Alfonso Palacios
La imagen es la de una estructura arcaica. Dos tribunas enfrentadas –una acostada sobre el acantilado, la otra elevada por una hilera de enormes costillas de hormigón– unidas por una cubierta colgante de cables de acero. Sin gradas en los fondos de gol. La basta pared de granito cierra la perspectiva en un extremo; el otro se abre vacío al paisaje distante. Es esta singular forma la que convierte al Municipal de Braga en un estadio único. Diseñado por Eduardo Souto de Moura (Oporto, 1952; Premio Pritzker 2011) como sede de la Eurocopa celebrada en 2004 en Portugal, se trata de un monumental escenario de personalidad poliédrica, distinto del habitual hermetismo atronador de la arquitectura futbolística. De un lado, la presencia intrusiva de la naturaleza circundante da a la obra un aire agreste que complementa, exagerándola, la fuerza –áspera, casi primitiva– de la estructura de hormigón.
Diseñado por Eduardo Souto de Moura (Oporto, 1952; Premio Pritzker 2011) como sede de la Eurocopa celebrada en 2004 en Portugal, se trata de un monumental escenario de personalidad poliédrica
De otro, la concentración de asientos en dos pronunciadas bancadas laterales genera un ambiente denso y un acercamiento más democrático al terreno de juego. “El Estadio de Braga es, sin lugar a duda, una de las obras principales dentro de la trayectoria de Eduardo Souto de Moura”, afirma Ricardo Merí de la Maza, Doctor Arquitecto que durante su formación trabajó en el estudio del portugués. “Y lo es, no solo por su escala y su impacto en la ciudad, sino por el punto de inflexión que supone en su manera de hacer arquitectura y por la singularidad de la solución que lo convierte en un estadio único en el mundo. Fue, además, uno de los proyectos clave en la concesión del premio Pritzker”, añade. Formado en el estudio del también portugués Álvaro Siza, con quien colaboró entre 1974 y 1979, Souto de Moura estableció su propio despacho profesional en 1980, destacando pronto con proyectos de arquitectura doméstica y de reconversión, como el mercado municipal de Braga (1984) o la transformación del convento de Santa Maria do Bouro (1997).
El Estadio de Braga supuso, según Merí, “un punto de inflexión, pero no de ruptura”, en la trayectoria del arquitecto portugués. “Eduardo estaba buscando nuevos caminos y nuevas maneras de hacer”, dice. “Recuerdo que quería experimentar y hacer algo diferente a lo que venía realizando. Tenía cierta sensación de andar copiándose a sí mismo, y muchos jóvenes arquitectos comenzaban a copiarle también. Asumió el riesgo de hacer algo nuevo”. El diseño en dos bancadas, explica su entonces colaborador, estuvo presente desde el inicio. “Fue una apuesta personal de Eduardo, ya que permitía la singularidad y las relaciones con la montaña, que eran claves en su manera de entender el proyecto”.
“Fue una apuesta personal de Eduardo, ya que permitía la singularidad y las relaciones con la montaña, que eran claves en su manera de entender el proyecto”.
El solar elegido para el estadio era en realidad otro, más abajo. Fue el propio Souto de Moura quien, al recibir el encargo, propuso llevarlo arriba de la ladera, contra la cara norte del monte. La intención era que ocupara el vaciado de la cantera abandonada, un lugar donde la acción del hombre sobre la piedra había desdibujado su carácter natural. “La cantera ponía de manifiesto este estado intermedio entre la naturaleza y el artificio construido, que nosotros usamos como punto de partida, prosiguiendo la excavación, vaciando la ladera para disponer el Estadio como un anfiteatro”, declaraba Souto de Moura en una entrevista a la revisa El Croquis publicada en 2005. “Primero 'quitamos' piedra y luego 'hicimos' piedra de otra forma. Ahora es difícil distinguir dónde empieza una y dónde acaba la otra. La una vive de la otra: la piedra soporta el hormigón y el hormigón también soporta la piedra, porque no es homogénea y hay oquedades. Es un conjunto”.
.“Fue una apuesta personal de Eduardo, ya que permitía la singularidad y las relaciones con la montaña, que eran claves en su manera de entender el proyecto”.
El Estadio de Braga es tal vez la obra que mejor refleja obsesiones arquitectónicas de Souto de Moura como la relación con lo preexistente, con la ruina anterior –cuya persistencia asegura lo nuevo–, o la fusión de obra y terreno en una intimidad a un tiempo solidaria y antagónica. Aquí, el incesante conflicto visual de dualidades enfrentadas parece trasladar a la arquitectura lo acontecido en el juego. “Esa dualidad está presente en la obra de Souto de Moura de manera prácticamente constante, pero personalmente creo que el resultado es mucho más complejo”, opina Merí. “Las tensiones se suman: la dirección del juego se corresponde con la tensión entre la pared de piedra y el paisaje; la tensión entre el graderío apoyado en la roca y el que vuela sobre la plaza inferior se corresponde con la de las dos hinchadas enfrentadas, las líneas tensas de la estructura inferior se contrarrestan con la catenaria de la cubierta, que a su vez se contrapone a los elementos que se elevan para recoger el agua de lluvia”.
Aquí, el incesante conflicto visual de dualidades enfrentadas parece trasladar a la arquitectura lo acontecido en el juego
En esta tensión de fuerzas opuestas encuentra el conjunto su armonía; como el arco y la lira, divergiendo coincide consigo mismo. Obra mundialmente premiada y reconocida, 15 años después de su construcción, el Estadio de Braga, semiabandonado, ha resultado no obstante un lastre económico para la ciudad, que, de un presupuesto inicial de 60 millones, ha debido desembolsar hasta la fecha más de 175. El pasado febrero de 2019 Ricardo Rio, alcalde del municipio, propuso someter su venta a referendo local, el cual espera celebrar antes del próximo julio. Ubicado en las ruinas de una antigua cantera de granito, el Municipal de Braga es una premiada joya del arquitecto Souto de Moura para la Euro 2004. Un estadio único cuyo futuro se encuentra en el aire.
Asimismo, el posible traspaso del estadio ha movido al Sporting de Braga a reflexionar sobre su futuro, llegando a plantear su traslado a uno nuevo, más pequeño, aprovechando el Estádio Primero de Maio, casa de los arsenalistas entre 1950 y 2004. Según declara a Líbero Tiago Mendes Dias, periodista local que ha cubierto la actualidad del estadio, el club querría así sacar un rendimiento económico mediante el alquiler comercial de espacios, algo difícil en el actual Estadio Municipal. “También proporcionar una experiencia más cómoda para sus aficionados”, añade. “En el norte de Portugal, los inviernos suelen ser más duros que en el resto del país, y el estadio puede resultar desagradable para ver fútbol en días fríos, ventosos y lluviosos”.
Asimismo, el posible traspaso del estadio ha movido al Sporting de Braga a reflexionar sobre su futuro, llegando a plantear su traslado a uno nuevo, más pequeño, aprovechando el Estádio Primero de Maio, casa de los arsenalistas entre 1950 y 2004
Las asistencias, dice, caen cuando los partidos tienen lugar de lunes a viernes o en días de lluvia: “Por ejemplo, en el último partido, jugado contra Gil Vicente un sábado por la tarde, sin lluvia, asistieron 13.633 personas; contra Paços de Ferreira, el 15 de diciembre, un lluvioso domingo por la noche, la asistencia fue de 5.909”. El proyecto para el nuevo estadio está, sin embargo, en el aire hasta después del referéndum. “Y, si sigue adelante, queda todavía por ver de qué manera”, apunta Mendes, “pues, aunque se apruebe la venta, el club tiene contrato hasta diciembre de 2033”. En cualquiera de los casos, la pervivencia de esta monumental obra de naturaleza poliédrica –cuya protección ha solicitado el Instituto Português do Património Arquitectónico– parece asegurada. Tal vez, eso sí, alejada del fútbol. •