ALBERTO G. PALOMO.- Desapareció la vida. Se vaciaron los pisos, los supermercados, las avenidas y hasta el icónico parque de atracciones cuya noria permanece hoy roída por la maleza. En Prípiat, ciudad desarrollada al abrigo de la central nuclear de Chernóbil, al norte de Ucrania, no quedaron ni las todopoderosas cucarachas. La explosión del reactor número cuatro inundó de radiactividad la tierra el 26 de abril de 1986. Y ni siquiera ese fabuloso opio del pueblo que es el fútbol engañó al enemigo invisible. El FC Constructor, un equipo formado por empleados de la planta, aplazó hasta el infinito su primer empate en un torneo profesional: jamás hubo partido de vuelta. Y es difícil que lo haya: el desastre dejó a la ciudad y a la llamada zona de exclusión castigados hasta, calculan, dentro de 24.000 años.
"Hubiéramos llegado a ser buenos", lamentan hoy dos de sus principales miembros. Lo repiten en una gasolinera de las afueras de Kiev, la capital del país, donde se han presentado con un amplio coche y un vaivén de piernas doloridas. "No éramos muy tácticos, pero le poníamos empeño", esgrimen Valeri Anatolievich, de 65 años, y Volodymir Rastorguiev, de 66. Junto a ellos ha venido Nadia, esposa de Volodymir de 62 años y también extrabajadora como jefa de control de la central. Los tres, sin rastro del pelo negro que lucen en sus fichas, rememoran aquellos tiempos sin titubear. Con apenas un velo de nostalgia que les introduce continuamente en una espiral de pequeñas anécdotas, desmarcándose de la conversación principal como si de una jugada de entonces se tratara.
Antes de llegar al implacable devenir del club, ambos narran su juventud y su papel en Prípiat. Los dos empezaron a trabajar en Chernóbil en 1984. Volodymir, de procedencia rusa, tenía experiencia en mantenimiento de otras centrales de Siberia o Dnipropetovsk, urbe industrial del centro de Ucrania. Valeri ocupaba un puesto similar. El inicio del FC Constructor fue un empeño del Estado por fomentar el deporte en los jóvenes. Y en esa época -en la que la Unión Soviética centralizaba los servicios y congregaba ciudades como núcleos diseminados de 'El Imperio'- la vida se fundamentaba en la austeridad del trabajo y la familia.
*leer entrevista completa en nuestro número 19.