La cita es en el barrio romano del Pigneto, donde vive Verónica Raimo (Roma, 1978).
La excusa es hablar de su libro, ganador del Premio Strega Giovani. ‘Niente di vero’ es un juego de espejos descompuesto, deconstruido, sin estructura convencional. La trama se articula en base a las vivencias de una niña, que después es adolescente y luego mujer. Se siente una intrusa, una impostora, casi siempre en un contexto familiar asfixiante que está a punto de resquebrajarse, pero termina por sobrevivir. Como ella y sus tormentos emocionales y físicos, que exorciza en esta novela de autoficción con una pluma fina, sarcástica, satírica, nerviosa e irónica.
Efectivamente Verónica, quién quiera que sea, representa un crisol de emociones y sentimientos. Además, su figura colorea un caleidoscopio de interpretaciones y asteriscos tales que uno desconoce si lo único cierto es el lector mismo, quien lee. El lector y Roma, que divisa todo como una diva muerta y sabia. Siempre cogida con pinzas, sujeta a su belleza perennemente interrumpida. La basura, el arte, la fiebre futbolística, las comidas abundantes, la hermandad, el grito político, el ambiente popular… Como su novela, la urbe es el perfecto manual de cómo ridiculizar el dolor y dotar lo ordinario de ínfulas extraordinarias. Así se enfrenta al pasado, pero sobre todo se atreve con el futuro sin ese disfraz de inadaptada, advenediza. Al menos de vez en cuando. Lo suyo no es un diario; es algo mucho más serio: un diario adulterado.
Leyendo sobre la vida claustrofóbica de la protagonista -no me interesa saber si eres tú o no- me llega paradójicamente un profundo amor hacia la existencia humana.
No lo sé. Creo que la clave es comprender las debilidades para superarlas. El abuso, la agresividad sufrida por parte de algunas figuras masculinas, ese dolor causado… He tratado de desactivarlo con la ironía. Ya no sufro determinados traumas, porque la distancia y el pasar del tiempo hace que los vea ridículos. Sí, algunos fueron vergonzosos y humillantes, pero hoy son ridículos. Dicho esto, en el fondo no he tenido muchos en mi vida, luego tampoco quería caer en el cliché fácil o pretencioso de regocijarme en la tristeza y la pena, el pesimismo. Este libro estaba pensado como un monólogo teatral cómico, una especie de versión del ‘Lamento di Portnoy’, la novela de Philip Roth
«Cuando era pequeña me gustaba mucho Stefano Tacconi. En la habitación tenía un póster suyo a tamaño real. Yo no era de ningún equipo entonces; solo me gustaban algunos jugadores»
Lo del escritor -o escritora en este caso- que escribe como vía terapéutica es una pantomima.
Sin duda. Más bien sucede todo lo contrario con este oficio, me provoca ansiedad. Es importante, en mi caso, no escribir en el momento que suceden las cosas. Hay que tomar distancia para verlo todo con más perspectiva. Creo que no hay que salvarse de nada sino apañarse como sea. Exacto, sobrevivir, mi escritura es para sobrevivir. En ocasiones, mentir para sobrevivir es importante.
Roma es un poco así. Es el palco de la obra de arte. Ha vivido todas las esferas de poder y ausencia de él. Tiene un lema: vive y deja vivir. Es bella, pero indolente. Hay un diálogo en un film de Fellini titulado precisamente así: ‘Roma’. “Al romano no le importa un pimiento si tú estás vivo o muerto. Si existes o no”. Churchill decía que Italia afrontaba un partido de fútbol como una guerra, y al contrario.
Roma escenifica una ironía muy dura. No toma nada en serio, y no creo que esa actitud tenga que ver con un rasgo de inocencia, con la ingenuidad del niño que no quiere hacerse mayor. No, creo que es propia del adulto cabreado. Esta ciudad jamás cambia, y esto genera muchas cosas: resignación, ira, pero grandes formas de resistencia. El tifo en el calcio amplifica la personalidad del ciudadano, sí. *
*Lee la entrevista completa a Veronica Raimo comprando la nueva edición de Líbero en nuestra tienda https://revistalibero.com/collections/productos-libero/products/libero-48