Xuan Cándano.- Fue un frío día invernal de enero de 1989, con barro en el viejo Tartiere y el humo de los puros subiendo al cielo desde la tribuna de madera de Sánchez del Río, como imponían los cánones del fútbol norteño. Era la temporada del regreso del Real Oviedo a Primera tras 13 años penando en Segunda y el primer partido de Liga contra el Sporting (el partidón en Asturias, eso de derby es un anglicismo horrible y evoca a una carrera de caballos).
El encuentro parecía abocado al empate cuando en los minutos finales Tomás lanzó un obús al que no llegó Ablanedo. Con el balón en la red, el viejo Tartiere entró en éxtasis. Aquel gol confirmaba que el Oviedo había vuelto, por si no querían admitirlo en Xixón, donde consideran que el equipo azul nació solamente para incordiar al suyo, fundado 21 años antes.
Y de pronto, de la grada situada tras el abatido portero esportinguista, surgió un coro de voces que al instante se convirtió en un multitudinario orfeón, con todo el estadio contagiado cantando “Cielito lindo”, con excepción de los aficionados visitantes. En realidad solo se entonaba el estribillo, la estrofa que sabe todo el mundo: Ay, ay, ay, ay/canta y no llores/porque cantando se alegran, cielito lindo, los corazones.
Nadie sabe muy bien por qué le dio a la gente del Oviedo por cantar una mexicanada como válvula de escape a una histórica explosión de alegría. No sería la única vez. La afición carbayona fue aquel día visionaria.
Los esportinguistas no hicieron caso al musical consejo de los rivales. Los hubo que lloraron. Lo sé por Íñigo Palma , “Andarica”, un gran amigo gijonés al que había despedido en una puerta del estadio cuando entraba al campo con mi padre, también esportinguista. Cuando nos vimos tras el pitido final aún llevaba Íñigo los ojos enrojecidos y la derrota encogiéndole el alma. Mi padre iba más sereno. Los aficionados veteranos son más resignados, de tantos sinsabores digeridos hasta el próximo partido.
Nadie sabe muy bien por qué le dio a la gente del Oviedo por cantar una mexicanada como válvula de escape a una histórica explosión de alegría. No sería la única vez. La afición carbayona fue aquel día visionaria.
ASTURIAS» La primera alineación del Asturias en México en 1918. Foto. Archivo de Indianos de Colombres.
La conexión futbolística asturiana y ovetense con México tiene más de un siglo, vinculada a la emigración al país azteca. La colonia asturiana en México es muy importante desde entonces y mantienen el nexo los descendientes. Llanes aportó tantos vecinos al país norteamericano que se dice que hay más llaniscos en México que en el concejo oriental de Asturias.
Fueron esos emigrantes los que fundaron en la capital mexicana en 1918 el Asturias. Entonces el equipo vestía pantalón negro y camiseta azul, como la del Oviedo y el color de la bandera asturiana. No perdería el color, pero las zamarras pasarían después a lucir rayas azules y blancas. El Asturias es un club épico que llegó a ganar tres Ligas y cinco Copas en México. Fue el origen del Centro Asturiano de México, una institución en el país, con imponentes instalaciones y gran presencia social.
Lee el resto del reportaje en la nueva edición de Líbero. Pídela aquí