Javier Aznar.- El periodista de The New York Times, Mark Leibovich describía recientemente a la estrella del fútbol americano Tom Brady como “la persona más famosa que nadie conoce”. Xabi Alonso podría encajar perfectamente con esta descripción: todo el mundo sabe quién es, pero pocos le conocen. Este es el resultado de tres días de convivencia en Munich.
Tardo en localizar a Xabi. Hemos quedado en medio del Englischer Garten, el equivalente al Central Park de Múnich. Sus coordenadas han sido un poco vagas y yo no poseo precisamente el sentido de la orientación de un boy scout, así que voy cruzando el parque sin demasiado criterio, con la esperanza de encontrarme en algún momento con una barba rojiza. Hace un día veraniego en Múnich, la gente está tumbada en la hierba tomando el sol o disfrutando de un improvisado picnic. Mientras voy recorriendo la enorme explanada verde del parque, me cruzo en cuestión de apenas un minuto con un tipo completamente desnudo trabajando su bronceado integral, con una mujer vestida de amazona montando a caballo y con una octogenaria parapetada bajo una sombrilla pintando una acuarela al aire libre al más puro estilo Monet. Supongo que Múnich, a su manera, también es una ciudad de contrastes.
Xabi me saluda desde lejos.
Está sentado en una de esas sillas plegables como de director de cine junto a Nagore y sus tres hijos: Jon, Ane y Emma. Acaba de salir de entrenar y se ha venido con la prole a disfrutar del sol. Lleva una camisa vaquera de Mr Porter, unos pantalones beige y calza unas Stan Smith sin calcetines. Cuando me siento, observo alrededor de cada uno de sus tobillos un cerco de arañazos, moratones y marcas de tacos. Parecen las marcas de unos grilletes de los que se acabara de liberar. “Heridas de guerra”, me dice sonriendo, y me cuenta a continuación la historia de las últimas muescas como el que te enseña constelaciones de estrellas. Le comento que me gustan sus zapatillas old school. Por lo visto Adidas le ha regalado un par de Stan Smith personalizadas con su nombre y su perfil en la lengüeta. Pero ese par lo tiene guardado en casa. “Para el museo privado. Hay que guardar este tipo de cosas. Son recuerdos bonitos".
«Recuerdo de pequeño subir un día al trastero de casa de mis abuelos, con mi hermano Mikel y, buscando entre mil cajas, alucinamos con todas con las camisetas que mi padre había intercambiado durante su carrera. Había 3 perlas: la de Brasil de Zico, la de Maradona y la de Schuster».
Como en Líbero somos muy fetichistas, le pido que comparta alguna de esas joyas de su museo: “Recuerdo de pequeño subir un día al trastero de casa de mis abuelos, con mi hermano Mikel y, buscando entre mil cajas, alucinamos con todas con las camisetas que mi padre había intercambiado durante su carrera. Había 3 perlas: la de Brasil de Zico, la de Maradona y la de Schuster. Luego yo a lo largo de mi carrera también he ido recopilando otras buenas piezas. Mis favoritas: la camiseta de Zidane del Real Madrid, la de Mauro Silva del Dépor, la de Alan Shearer y la última camiseta que vistió Roy Keane con el Manchester United (su último partido fue en Anfield). Luego tengo otras muy buenas como Pirlo, Raúl, Vieira, Ferrara, Nedvěd, Seedorf… La mayoría son de jugadores de una generación anterior a la mía. De la actual tengo bastantes también, pero mis favoritas son las de esos jugadores que mirabas en el campo un poco de reojo, con la admiración con la que observabas a los mayores en el patio del colegio”.
Dentro de poco se reanuda la Champions y Xabi está de buen humor. Le encanta el torneo y jugar en campos históricos por Europa. Siempre habla de “buenas plazas” cuando le toca ir a jugar a estadios con ambiente. De entre sus plazas favoritas, rescata un partido con la selección española en Saint Denis, victoria por 0-1 ante Francia, con la Marsellesa sonando a todo trapo por el altavoz en el momento de los himnos. “Creo que se me puso la piel de gallina hasta a mí. Si te gusta Casablanca, te tienes que emocionar en un momento así. Algo similar me ocurrió en Hampden Park, Glasgow, con todo el estadio cantando a coro el 'Flower of Scotland'. Impresionante. Ganamos 2-3. Otro campo que siempre me ha impresionado mucho es el ruido en el estadio del Besiktas. Ambientazo brutal. Y luego ya están los templos: el Estadio Azteca, Anfield, el Bernabéu y el Allianz”. ¿Y tu campo favorito como aficionado? No tiene dudas: “Atocha”.
De entre sus plazas favoritas, rescata un partido con la selección española en Saint Denis, victoria por 0-1 ante Francia, con la Marsellesa sonando a todo trapo por el altavoz en el momento de los himnos
Decidimos ir a tomar algo al Café Königin 43, una terraza muy agradable a la salida del parque en la que sirven wraps, sandwiches, piadinas y zumos de todos los colores. Mientras recogemos el campamento base, Ane se pilla los dedos con el cierre de una silla y rompe a llorar. Xabi la coge en brazos para tratar de consolarla mientras Jon sigue dando pelotazos a civiles a diestro y siniestro y la pequeña Emma corretea tropezándose con casi cualquier cosa a su alrededor. Siento que hay niños por todos lados. Y eso que son solo tres. “Esto es peor que jugar contra el Barça con uno menos” me dice Xabi riéndose, cargando con bolsas y tratando de poner orden en ese torbellino junto a Nagore. El periodista del New York Times Mark Leibovich describía recientemente a Tom Brady como “la persona más famosa que nadie conoce”.
Xabi Alonso podría encajar perfectamente con esta descripción: todo el mundo sabe quién es, pero pocos le conocen. Algunos dicen que es seco. Otros que tímido. Tal vez sea porque habla como juega. Sabe bien lo peligroso que es perder un balón en el centro del campo por un adorno. No da grandes titulares, piensa las cosas antes de decirlas y usa dos palabras mejor que tres. No se enreda ni repite las cosas. No le gusta dar explicaciones floridas. O lo pillas, o fuera. Tampoco le gusta decir obviedades y en ocasiones hasta parece algo críptico. Es observador y prudente. “A los futbolistas nos miran siempre con lupa. El que dice obviedades, porque es un zoquete. Y el que dice lo que piensa, porque es un chulo y un cretino. Es complicado acertar. Pero es parte del juego”.
Xabi ha tenido suerte con las lesiones. O eso podría pensar uno a priori. Pero no es exactamente así. Lo pasó muy mal con la pubalgia de 2013. “Se me llegó a pasar por la cabeza hasta la posibilidad de retirarme. Es un proceso tan doloroso y veía tan poca mejora, que en algún momento no me pareció tan descabellado dejarlo. Uno se plantea estas cosas cuando ve que no mejora. Porque para estar mal, mejor parar. Y yo veía que no mejoraba. Es una lesión muy frustrante. Muy complicada y dolorosa. Ha acabado con las carreras de muchos futbolistas. Me dolía hasta levantarme de la cama o al toser. Por eso dejé en aquel momento la renovación del Real Madrid en stand by. No sabía muy bien cómo iba a estar. Fue una recuperación frustrante. Yjusto cuando empezaba a encontrarme mejor, me rompí el metatarsiano. Sí, fueron momentos duros. Pero volví mejor de lo que esperaba, jugamos muy bien y al final terminamos ganando la Décima”.
Justo cuando empezaba a encontrarme mejor, me rompí el metatarsiano. Sí, fueron momentos duros. Pero volví mejor de lo que esperaba, jugamos muy bien y al final terminamos ganando la Décima”.
La Décima. Si todos los caminos llevan a Roma, también parece inevitable que todas las conversaciones con Xabi Alonso acaben en Lisboa. “Cada día entrenando en Valdebebas pasaba por delante de fotos, fotos y más fotos de jugadores levantando Copas de Europa. El Real Madrid es la Champions. Y te das cuenta desde el primer momento. Si quieres formar parte de la historia del club, si quieres que se te recuerde, tienes que ganar una Champions. Nunca me habría perdonado no ganar la Décima”.Le pregunto cómo vivió aquella tarjeta amarilla en el Allianz a un minuto del descanso que le privó de disputar la final. “Mi final fue en Múnich. En el momento estaba muy hundido, hasta Basti [Schweinsteiger] vino a consolarme al acabar del bajón que tenía, y eso que los eliminados eran ellos, pero me repuse rápidamente al ver lo que significaba volver a una final europea con el Real Madrid tras tanto tiempo buscándola.
Puede que forzara demasiado, pero simplemente no podíamos dejar que aquel partido se nos escapara. No me arrepiento. Hay partidos que son clave para poder ganar un torneo: aquel partido con la selección con Italia en la Eurocopa, o contra Chile en el Mundial Sudáfrica. Partidos que no son La Final, pero que te hacen llegar a la misma más fuerte. Recuerdo que al día siguiente de pasar nos dieron el día libre y fui a comer a un japonés con Nagore para celebrarlo. Estaba flojo, como en una nube. Aquello fue una bajada de tensión como pocas he tenido en la vida. Luego se unieron otros dos amigos y nos quedamos ahí charlando hasta que literalmente nos echaron porque era el turno de las cenas. Tengo un recuerdo especial de aquellos días. No los tengo en absoluto asociados a cierta tristeza o amargura por quedarme sin final. Todo lo contrario”. Xabi cumplirá en noviembre 34 años. (La entrevista fue publicada en septiembre de 2015)
Ha ganado dos Champions con dos equipos diferentes, un Mundial y dos Eurocopas. Una carrera exitosa y casi sin cuentas pendientes. Casi. “Uno de mis asuntos pendientes es la Premier con el Liverpool. En Inglaterra es un título que se vive del mismo modo que ganar la Champions. Y me habría encantado ganarla. Porque teníamos equipo para ello. Éramos un buen equipo, capaces de ganar a cualquiera, como se demostró en Estambul frente al mejor Milan. Otra de mis espinas clavadas es la liga de 2003/04 con la Real Sociedad. Hicimos un temporadón y lo tuvimos cerca. Y el Mundialito de Clubes para completar el palmarés, que es el único título que me falta”. También le habría gustado jugar en Italia y vivir una temporada ahí. Mientras da vueltas a un café, me cuenta: “Estuve en dos ocasiones a punto de fichar por la Juve. Pero a punto, a punto.
Antes de ir a Liverpool y antes de fichar por el Madrid. Y es curioso porque la verdad es que de niño siempre fui bastante de la Juventus. Es una historia divertida: de pequeño fui de viaje con el colegio a Italia. Tendría 10 u 11 años. Prácticamente ese primer gran viaje que haces sin tus padres. Y ahí, en un puestecillo, me compré la camiseta de Martín Vázquez en el Torino con el poco dinero que me habían dado mis padres para que me durara todo el viaje. Toda una inversión para mí. Sacrificando meriendas y coca-colas [risas]. Pero me encantaba aquella camiseta grana del Toro y la clase jugando al fútbol de Martín Vázquez.
Además tenía ese punto exótico al ser uno de los primeros jugadores españoles que jugaban en el Calcio, que por aquella época era la liga más top. La cuestión es que al poco de llegar de vuelta a casa del viaje, ilusionado con mi flamante camiseta del Toro, me entero de que el Torino acaba de vender a Martín Vázquez al Olympique de Marsella. ¡Me dolió tanto! Estaba hundido. Mi camiseta acababa de perder todo su valor. Me cogí tal rebote que desde aquel momento me hice juventino, el máximo rival histórico del Torino, a modo de vendetta por lo que yo consideraba un ultraje y una traición. Cosas de niños, pero que de alguna forma se quedan contigo a lo largo del tiempo”.
Mi camiseta acababa de perder todo su valor. Me cogí tal rebote que desde aquel momento me hice juventino, el máximo rival histórico del Torino, a modo de vendetta por lo que yo consideraba un ultraje y una traición.
Los futbolistas son curiosos. Siempre suelen parecer mucho mayores por televisión de lo que luego son en realidad. Xabi parece de repente muy joven en cuanto se pone a hablar de su infancia. Me fijo en que tiene como fondo de pantalla en su móvil el cuadro “Muchacha en la ventana” de Salvador Dalí, y le pregunto por ello.
“En casa teníamos una reproducción del cuadro. Y yo de niño estuve varios años convencido de que la mujer de espaldas mirando por la ventana era mi madre en nuestra casa de Donosti. Convencidísimo de que era un retrato suyo. Un día en clase vi el cuadro en un libro de arte o de historia y me llevé un susto tremendo. ¿Qué hacía ahí mi madre? Cuando descubrí la verdad, es decir, que no teníamos un Dalí original en casa, me llevé un poco de decepción. Pero ahora cada vez que veo el cuadro, sigo pensando en mi madre. Y me gusta recordarlo así, como si fuera ella”.
Sábado. Segundo día
Säbener Strasse, la ciudad deportiva del Bayern de Munich, se encuentra a 15 minutos del centro de la ciudad. 80.000 metros cuadrados repartidos en varios campos de fútbol para todas las categorías, un centro de alto rendimiento, una residencia, oficinas del club y hasta un Biergarten para tomarte una Paulaner entre seguidores del equipo. Nada más entrar en las instalaciones veo a muchos niños rubios uniformados del Bayern, como pequeños Effenbergs corriendo de un lado para otro, que van a jugar sus partidos de futbol 7 no muy lejos de donde está entrenando el primer equipo. Al llegar al entrenamiento, lo primero que escucho son los gritos de un Pep Guardiola desgañitándose mientras supervisa un ejercicio de combinación que al parecer no está saliendo con la fluidez que él quiere. Try again! And again! One more!, se le oye repetir una y otra vez mientras Manel Estiarte, su hombre de confianza, observa atentamente desde la distancia. Llama poderosamente la atención que Manuel Neuer participe en todos los ejercicios como un jugador de campo más. No hace trabajo específico de portero la mayor parte del tiempo, sino que juega como uno más en los exigentes ejercicios de pases y rondos que plantea Guardiola.
Se le puede ver combinando a una velocidad vertiginosa con Rafinha, Dante o Benatia, como uno más de la línea defensiva ante la presión asfixiante de unos Robben o Müller que lo dan todo en cada disputa de balón. Hay choques, pisotones, avisos, protestas y correcciones. Al finalizar el entrenamiento, Xabi, Alaba y Götze se quedan ensayando faltas con Ivan Lucic, un portero austriaco de 19 años que alterna el B con el primer equipo. Colocan una “barrera NBA”, que así es como llaman a las barreras con los muñecos más altos, y comienza el fusilamiento. Alaba empieza a enchufar una falta, y otra, y otra, sin parar. Contabilizo un registro de 12 goles en 15 intentos.
El portero se muestra entre resignado y desesperado. Cuando acaban, Alaba es precisamente el último de la plantilla en enfilar las duchas. Lo hace tras celebrar su último gol entre risas, cantando y marcándose un baile (lleva la música en las venas dado que su padre es un afamado DJ y cantante nigeriano), y entra en el vestuario cargando con la red de balones y con la camiseta de entrenamiento a modo de turbante. Xabi se acerca a saludar tras intentar darme un balonazo desde 40 metros.
Lleva unas botas completamente negras. Me explica que son el prototipo de un nuevo modelo de Adidas que está probando y que saldrá a la venta pronto. “Son así, negras enteras, para que no se vea el diseño en fotos”, me explica. Impresionado ante el bombardeo que acabo de presenciar, le pregunto a Xabi si lo de Alaba es normal. Se ríe. “La verdad es que nunca había visto a nadie enchufar así las faltas”, responde Xabi mirando a la portería, como si aún se pudiera oler la pólvora. Desde su llegada al Bayern, probablemente sea Alaba el jugador que más le haya sorprendido. “Es un animal, una bestia. Lo que trabaja este tío no es normal. Es fuerte, rápido, habilidoso… Juega por tres.
Y le puedes poner en el centro del campo, en el lateral o de central, que sabes que lo va a hacer bien. Y es un chaval todavía”. Le digo en broma que entonces nos lo llevaremos a España. “Bueno, mientras esté yo aquí, no se mueve”. Xabi se acerca un momento a saludar a Igor Gabilondo, Gabi, exjugador de la Real Sociedad y Athletic Club de Bilbao, que se ha pasado por Säbener Strasse e irá al Allianz al día siguiente. Sale de ducharse, y tras comer algo ligero, nos sentamos en unas sillas de mimbre a un costado al lado del vestuario.
“Es un animal, una bestia. Lo que trabaja este tío no es normal. Es fuerte, rápido, habilidoso… Juega por tres. Y le puedes poner en el centro del campo, en el lateral o de central, que sabes que lo va a hacer bien. Y es un chaval todavía”
Le gusta el vestuario del Bayern. “Es sorprendentemente abierto y familiar. Lo mismo te cruzas de repente con leyendas del club como Mehmet Scholl porque ha venido a darse un masaje con el fisio, que con un amigo de Thiago que le ayuda durante la fase de recuperación de su lesión. O con un amigo de Ribéry, que cuando está lesionado tiene un amigo que le ayuda y le hace compañía durante rehabilitación y entra y sale del vestuario con total naturalidad. Nunca había visto estas cosas y me parece muy buena idea. Todo es muy normal y muy tranquilo”.
Respeta mucho a Guardiola. “Es muy meticuloso y trabajador. Así es como te ganas el respeto de un vestuario de un club grande como este. Ya les has visto cómo entrena. Parece el fin del mundo en cuanto uno de sus centrocampistas pierde la pelota por un regate de más, un exceso de confianza o un segundo de más en pensar. Es intensísimo. Y tiene que ser así. No hay otra forma".
En esta plantilla hay hasta 8 campeones del mundo. Sería muy peligroso caer en la tentación del conformismo o confiar en la autogestión del vestuario. Si Guardiola ha ganado todo lo que ha ganado, más que por un estilo de juego determinado, es por su irrenunciable ética de trabajo. Es un obseso del fútbol. Está siempre encima. Valoro de él, sobre todo, su capacidad para convencer al jugador y que sienta de verdad lo que él como entrenador quiere y cree. También me gusta que tenga una visión clara de lo que tiene y quiere de su equipo, y lo trabajador que es para preparar de la mejor manera el mensaje al jugador. Yo sabía que era así pero no tan así”.Nada más oficializarse su ficha relámpago por el Bayern, se incorporó al equipo en la víspera de una visita al Schalke 04. “Cuando llegué, la plantilla estaba acabando de cenar en el hotel. Al terminar, Guardiola me pidió que le acompañara hacia su habitación para charlar un poco. Yo pensaba que era simplemente para darme la bienvenida y preguntarme por el vuelo. Y me tuvo ahí dos horas hablando de lo que buscaba de mí para el partido siguiente, de táctica, del equipo, de la plantilla, de cómo veía mi fútbol en el esquema del Bayern. De todo. Es muy apasionado y te contagia eso enseguida. Y cuando te dedicas a esto, siempre quieres tener a alguien así como jefe”.
Había intentado resistirme hasta ahora. Pero no puedo evitar sacar el tema a colación. “¿Que si se parecen Mourinho y Guardiola? En lo que a mí me interesa, que es el fútbol, sí. Trabajadores, perfeccionistas y con un código. Son los mejores entrenadores que he tenido. De Mou lo que más impresionaba eran sus charlas en partidos aparentemente intrascendentes.
A lo mejor íbamos ganando con facilidad al descanso a un equipo de media tabla para abajo, y llegaba al vestuario y nos metía un rapapolvo tremendo. Un discurso de película. Y luego a lo mejor se mostraba más tranquilo en partidos importantes de Champions o contra el Barça. Porque en esos partidos no hace falta que te pongan las pilas. En los otros, sí. Una de las frases que más me gustan es una que nos solía repetir Mou en alguna ocasión: “El equipo no lo hago yo, lo hacéis vosotros”. Götze se acerca a decir algo a Xabi. Aprovecho para mirar el móvil y enterarme de cómo ha quedado mi equipo de fútbol en la liga municipal de los sábados. “¿Jugáis los sábados a las 9 de la mañana? Joder, eso sí que es de románticos y no lo nuestro”.
Domingo. Tercer día
El Allianz brilla a lo lejos. Los 2.874 paneles romboidales metálicos de ETFE se iluminan con los colores del Bayern siempre que hay partido. Esa luminosidad te atrae desde lejos como un mosquito a una bombilla. Por dentro es una pequeña ciudad. Cuidan todos los detalles. Las familias de los jugadores tienen ahí todo tipo de facilidades. Desde guardería a sala de reuniones. Al acabar el partido, los jugadores se quedan a cenar con sus familiares y amigos en el copioso buffet libre. También está cenando Ernesto Valverde, que ha venido a ver el partido. Xabi y Guardiola se acercan a saludarle y charlan un rato con él. Al ir con Xabi hacia el parking, nos encontramos en el ascensor con Matthias Sammer, Balón de Oro en el 96 y actual director deportivo del Bayern, un hombre con una educación exquisita. Está preocupado por un golpe que se ha llevado en el costado Arjen [Robben]. Mientras nos dirigimos a su coche, Xabi me cuenta que el holandés es de los jugadores más profesionales con los que se ha cruzado nunca.
“Se cuida al máximo. Un super profesional. Y conoce a la perfección su cuerpo. Sabe cuándo tiene que parar y sabe cuándo puede forzar. Un jugador único, de los que odias como rival y te encantan como compañero”. Arranca su coche. Suena 'Just like heaven' de The Cure. Abre la ventanilla para firmar un par de camisetas a unos aficionados. Y luego le mete gas. Viven en Grünwald, un pueblo muy tranquilo a media hora en coche de Munich. Muchos jugadores actuales e históricos del Bayern tienen una casa en esta zona: Desde Rummennige a Klinsmann pasando por Robben y Müller. Uno de sus ilustres vecinos es Oliver Kahn. “Impone respeto hasta cuando está comprando el pan un domingo”. Viven en casa del madridista Toni Kroos (“su pasada temporada con el Madrid fue de 9,75. Jugadorazo”). Al principio tuvieron un par de “problemas” con la domótica de la casa, ya que estaba todo en alemán. Querían bajar una persiana del salón y activaban el riego automático del jardín. Se va soltando poco a poco con el alemán, aunque le cuesta. Intenta ir a clase un mínimo tres veces por semana. “Calculo que para 2030 podré mantener una conversación coherente”.
Desde Rummennige a Klinsmann pasando por Robben y Müller. Uno de sus ilustres vecinos es Oliver Kahn. “Impone respeto hasta cuando está comprando el pan un domingo”
En Múnich se habla bien inglés pero llama la atención que se traducen pocas cosas: las cartas en los restaurantes, los carteles, las señales, suelen estar únicamente en alemán. Al entrar en casa, nos recibe una entusiasta Rita, la bulldog de la familia. Hay varios mapas y atlas por todos lados. Un mapamundi enorme cuelga en la cocina con los países a escala real. Y luego me muestra orgulloso un descomunal atlas que le regaló Nagore cuando estaban en Liverpool. El Real Madrid juega esa noche y lo vemos en la tele del salón frente a un bol de guacamole casero y un botella de Riesling. Aún sigue hablando a los jugadores del Madrid como si estuviera en el campo: “Vamos, Marce”, “Fuerte ahí, Churu”, “Enorme Karino”. Y ordena al equipo desde el sofá. Le preocupa el orden, el balance, que no se rompa el equipo.
Luego aparece Mascherano por la tele y su hijo Jon le pregunta si le conoce. “Claro, jugué con él tres años en Liverpool”. Le pregunto si le ficharía para su equipo. “¿A Masche? ¡Mañana mismo! Jugadorazo. Siempre en mi equipo”, me dice sin dudar. No he podido evitar preguntarle. Cuando estoy con un futbolista, siempre siento impulsos irrefrenables de empezar a hacer las mismas preguntas que haría un niño de 10 años. ¿Quién es el futbolista que chuta más fuerte? ¿Y el más rápido? ¿Quién es el más fuerte? ¿Quién es tu mejor amigo? Xabi me dice que los dos jugadores, tal vez no tan reconocidos, que más le han impresionado durante su carrera han sido De Pedro y Valerón. “De Pedro hacía lo que quería. Una zurda que no he visto a nadie. En los entrenos hacía cosas increíbles como dar al larguero desde cualquier lado. Un gran tipo. One-club man. Y lo de Valerón también es curioso. El Flaco es tremendo. Juega tan fácil… Otro genio tipo De Pedro era Guti. Y aunque solo pude coincidir una temporada con él en su última temporada en el Madrid, disfruté mucho de su fútbol. Un orgullo heredar su 14”.
Le pregunto si echa de menos la vida en España. “Claro que se echa de menos a veces. Pero estoy muy contento en Múnich. E incluso estar fuera sirve para valorar más esas cosas cuando estás en España. Salir a correr a primera hora de la mañana por Donosti y terminar dándote un baño en la Concha o en Ondarreta. O dar un paseo por la Plaza de la Villa de París en Madrid hasta terminar tomando una cerveza y un poco de queso en Alkalde. O dar una vuelta por Almagro, una de mi calles favoritas de Madrid. Pero todavía sabe aún mejor cuando no lo haces todos los días. Lo valoras más”. Ahora ya no pasea tanto, sobre todo en invierno, pero cuando quiere desconectar se va a pescar al lago Starnberg (“a ver si un día pica un sea bass”), a media hora de donde viven, o baja en bici con Jon al pueblo para acompañarle a uno de esos entrenamientos. No le gusta hablar de dinero. Aunque trata el asunto con naturalidad. Uno de sus documentales favoritos es 'Broke: estrellas en la ruina' de la ESPN sobre jugadores de la NBA que acabaron dilapidando sus fortunas tras llevar un tren de vida demasiado alto. Conoce bien cómo futbolistas y otros deportistas de élite se pueden arruinar rápidamente por una serie de malas decisiones. A veces por ser demasiado buenas personas.
“En ocasiones se ve a los futbolistas como bancos capaces de financiar todo tipo de aventuras empresariales. Y algunos futbolistas no tienen claro cuál es el horizonte temporal de sus ingresos. Por eso ahora cada vez hay más despachos que se encargan de gestionar el patrimonio de futbolistas durante y después de su carrera”. Le gusta estar siempre con un ojo puesto en oportunidades interesantes. Invirtió en la startup española que creó la app Sherpa, el asistente de voz tipo Siri para dispositivos Android, y que ahora vendrá implementada en todos los Samsung Galaxy S6 y Samsung S6 Edge que se comercialicen en España. Está involucrado con el proyecto y te habla de algoritmos de inteligencia artificial con cierta naturalidad y soltura. Sabe bien cómo funciona. Tanteo por sus planes de futuro.
A pesar de que todo el mundo está convencido de que será el día de mañana un gran entrenador, él pone cara de póker y prefiere mirar más a corto plazo. “No sé si seré entrenador. Cuando llegue el día de retirarme, tengo una lista con todas esas cosas pendientes que no he podido hacer todavía por la vida de futbolista. Por ejemplo, aprender a esquiar. Jon y Ane van a aprender ya antes que yo. Espero que Emma no me pase. También tengo muchos viajes apetecibles pendientes: me gustaría asistir a una subasta de atún en la lonja de Tokio o ir a ver el Masters de Augusta. O hacer una ruta gastronómica por Francia siguiendo a la selección durante la Euro de 2016, en la que ya no estaré. Y tengo tantos otros países que visitar de verdad, sin las prisas del futbolista y la presión de un partido, atrincherados en un hotel… No es lo mismo”.
Le pregunto si tras tantas patadas, viajes y partidos sigue con ganas e ilusión de jugar al fútbol. Y me habla del picor. Fue el día de mi debut, un partido de Copa contra el Logroñes, un miércoles por la noche, lloviendo en Anoeta con 17.000 personas, con Clemente de entrenador. Era mi primera temporada en el club (la anterior todavía estaba en el Antiguoko, pues nunca jugué en los juveniles de la Real) y era jugador del filial recién cumplidos los 18. De pronto iba a jugar con todos esos jugadores a los que había estado viendo desde la grada durante los últimos 5 años: Fuentes, Loren, Pikabea, Gómez, De Paula… Y debutar para mí fue como conseguir un reto inalcanzable, creo que en aquel momento pensé que ya había conseguido todo que podía.
Una vez Clemente me dijo que iba a jugar de inicio, empecé a mentalizarme y a tratar de que no se notara que era un debutante. Hacer las cosas sencillas y No fallar: pasar bien el balón, no complicarme mucho (2-3 toques), entrar fuerte al contrario, ganar los duelos de cabeza… Todos estos detalles con los que vas ganando confianza durante el partido y te hacen sentir que estás al mismo nivel, como si no fueras debutante. El partido lo perdimos 0-1 (con gol de Arenaza, al que conocía de su etapa en el Eibar cuando lo entrenaba mi padre). Personalmente, jugué un buen partido y me sentí como un jugador profesional. Fue cuando me picó del todo el fútbol de élite. Y todavía mantengo ese picor”.