Yo no abandoné al Real Oviedo en Tercera

La revolución social impulsada por los Symmachiarii en el verano del 2003 consiguió evitar la desaparición del equipo ovetense en el momento más delicado de su historia y otorgó a la palabra ultras” una dimensión hasta entonces desconocida por el gran público. 

Borja Bauzá.- El primer martes de agosto del 2003 un chaval de 23 años llamado Toño se acercó hasta las oficinas del Real Oviedo para palpar un poco el ambiente. Un par de días antes se había consumado el descenso administrativo a Tercera División debido a la falta de dinero y, en paralelo, el alcalde de la ciudad andaba impulsando un nuevo proyecto deportivo. Lo cual se entendía, no sin razón, como el remate final. Resumiendo: aquel primer martes de agosto no resultaba fácil ser optimista si eras del Oviedo.

Me encontré al medio centenar de empleados del club llorando, hechos una mierda, mientras los interventores concursales explicaban que debido al despilfarro de la directiva anterior había que recortar personal”, recuerda Toño, que además de ser estudiante de Derecho llevaba años acudiendo al fondo del Carlos Tartiere en calidad de miembro destacado de los Symmachiarii, el grupo ultra del Oviedo. Entonces me acerqué a Manuel Lafuente, el presidente en ese momento, quien me comentó que como solo iban a quedar seis empleados igual había que cerrar el chiringo porque aquello no había manera de sostenerlo”. Al escuchar eso Toño se quedó a cuadros. Tras recuperarse de la impresión, miró a Lafuente y dijo: Manolo, dime qué podemos hacer”.

Durante el resto del verano de 2003 los miembros del grupo se fueron turnando a la hora de realizar tareas básicas pero indispensables como pasar la máquina de cortar el césped o barrer los pasillos. Sin cobrar un duro, por supuesto

Los Symmachiarii –que en sus comienzos se llamaron a sí mismos North Boys– surgieron el 19 de noviembre de 1994 como un proyecto de animación estrictamente oviedista, o sea apolítico, en un Tartiere que de aquella contaba con dos grupos marcados por la ideología. Los Chiribís, de carácter antifascista, y las Brigadas Azules; un colectivo que en sus inicios había acogido a todo hijo de vecino pero que, de un tiempo a esa parte, había quedado en manos de un puñado de macarras que se habían decantado por el ultraderechismo militante.

Tenían la política metida hasta el tuétano y su forma de gestionar las cosas era aplicar orden y mando, no dejando lugar a las discusiones y maltratando a la gente que no iba de su cuerda”, explica Toño. Llevaban el grupo, en fin, como se llevaban tantos otros grupos ultras en la España de los noventa; de una manera muy sobrada, muy de yo soy el más chungo y el que no me baile el agua va a tener problemas”. 


CHIRIBÍS» Una de las peñas previas a los Symmachiarii

Fue precisamente de las Brigadas Azules de donde salió la primera hornada de los Symmachiarii. Un nombre, por cierto, inspirado en unos guerreros astures que, debido a su fiereza en el combate, solían ser reclutados por las legiones romanas durante sus guerras de conquista. La gente más joven fue la que empezó a apartarse del grupo, harta de cánticos como negro, cabrón, recoge el algodón, y la que comenzó a barajar la idea de poner en marcha una iniciativa que diese la bienvenida a todo el mundo”, continúa diciendo Toño. Un proyecto basado en la creencia de que uno acudía al Tartiere, o al estadio que tocara, para animar al Oviedo”. Nada más (¡y nada menos!).

PROTAGONISTAS DEL TARTIERE
A diferencia de otros colectivos de carácter apolítico surgidos a comienzos de los noventa como respuesta a la hiperpolitización del ecosistema ultra español –Orgullo Vikingo en el Bernabéu, Gol Gran en Mestalla o la Juvenil en Sarriá–, en Oviedo los Symmachiarii no tuvieron que compartir estadio con sus mayores durante mucho tiempo. En octubre de 1995 las Brigadas Azules echaron el cierre tras no conseguir tumbar al nuevo grupo y, según cuenta Toño, los Chiribís siguieron el mismo camino no mucho después. Consecuentemente, los Symmachiarii encararon los últimos años noventa siendo los únicos protagonistas del fondo del Tartiere.

Fue aquel un periodo de crecimiento continuado y de siembra. De sentar, en fin, las bases de lo que estaba por venir. El grupo lo habían puesto en marcha 15 chavales, literalmente, y con el cambio de siglo sumaba ya 200 socios. En paralelo se diseñaban cada vez más tifos –las coreografías que los ultras suelen desplegar en sus fondos cuando salta el equipo al terreno de juego– y se organizaban cada vez más viajes. No era un grupo puntero, pero sí respetable. Hasta el punto de que, en un momento dado, la revista ‘Jugador Nº 12’, una publicación hecha por ultras de varios equipos que se distribuía en kioscos, organizó una votación entre sus lectores –fanáticos de toda España– para elegir al grupo revelación” de la época… y ganaron los Symmachiarii.


TARTIERE» Symmachiarii se hizo con el fondo del estadio a finales de los 90.

En paralelo, el grupo fue acuñando una mentalidad propia que Toño define como más racional y más coherente” que la que imperaba en aquellos noventa en el ecosistema ultra español. Es decir: más centrada en los colores del club que en los de determinadas banderas y no tan macarra como lo que solía verse por ahí sin tampoco –aclara– “abrazar las corrientes pacifistas de grupos como Gol Gran o la Juvenil”. Es decir: Un grupo muy futbolero compuesto por gente no particularmente dura pero que, si la buscabas, pues ahí estaba”.

En cuanto a las relaciones con la directiva de entonces, la que dirigía Eugenio Prieto, no eran malas. En parte porque los Symmachiarii decidieron apoyar al polémico entrenador Juanma Lillo mientras el resto de la afición echaba pestes de él. Con todo, matiza Toño, la cercanía que había entre otros grupos ultras y sus respectivas directivas no ocurría en Oviedo”. Allí, en la capital del Principado, igual nos pagaron las entradas en un par de viajes, pero no creas que mucho más”. Resumiendo: entre los Symmachiarii y el palco había cordialidad.

SALVAR AL CLUB
Si conseguimos fomentar una revolución social igual conseguimos sacarlo adelante”, fue lo que contestó Manuel Lafuente cuando Toño le preguntó, aquel primer martes de agosto, qué podían hacer los Symmachiarii para salvar al Oviedo.

Y eso es exactamente lo que hicieron los ultras del Oviedo. Liderar una revolución social con el fin de garantizar la supervivencia de un club que tenía más de 80 años de historia. Tras enviar a La Nueva España, el diario más importante de Asturias, una declaración pública de apoyo al club –algo que hasta ese momento no había hecho nadie– titulada Con Orgullo, Valor y Garra”, los Symmachiarii agarraron el listado de las peñas del Oviedo, descolgaron el teléfono y convocaron una reunión en la sala de prensa del estadio. Acudieron 200 personas.

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