Zamora contra Eizaguirre, tiempos revueltos

Los dos grandes guardametas de los años 30 en España rivalizaron en el terreno de juego hasta que la Guerra Civil reservó papeles diferentes para ellos. Ambos legaron una época dorada como arqueros excepcionales y factótums de la explosión del fútbol profesional.

*Diego M. Díaz Salado.- Tres de la tarde del domingo 12 de mayo de 1935. 82.000 alemanes gritan como posesos. Banderas de intenso rojo fuego parecen crepitar enardecidas por la esvástica que combustiona un ambiente frío, tan centroeuropeo por la incesante lluvia como por lo megalómano del escenario: el Müngersdorfer de Colonia. En la ciudad de las fragancias, no había lugar para las sutilezas. Lo que sobre el embarrado piso se cocía era más que un partido de fútbol. En tiempos revueltos, el III Reich impulsaba a sus águilas –Die Adler, el equipo nacional- como propaganda infalible de la supremacía de la raza aria frente a una España tricolor de una república por entonces burguesa de profundo corte católico, un concepto que Hitler detestaba casi tanto como a los judíos o al comunismo.

No contaron los alemanes, flamantes semifinalistas del 34, que esos señores morenos de corte recio, menudos y de canillas musculosas, les infringirían un severo correctivo, corto en el marcador, pero amplio en sensaciones: 1-2, con doblete del asturiano Lángara. Serían todo lo nazis que quisieran, con su ministro hitleriano en el palco y eslóganes de “vencer o morir”, pero esos de rojo eran la Furia española. Palabras mayores.

De esa encamisada carmín en territorio teutón se distinguía un áspero jersey de teselas a rayas horizontales. Robusta tela escocesa para un fino portero sureño con apellido vasco y petulancia sevillana. Guillermo Bonifacio Eizaguirre Olmos que muchos ya apodan El Ángel Volador. El guardameta del Sevilla Football Club miraba al banco de suplentes y se frotaba los ojos: inmóvil en el asiento, semblante serio. Ahí estaba. Zamora. El Divino. El mito. El gran portero español de los tiempos pasados y de los que habrían por venir. Insignia del poderoso Madrid Fútbol Club. El hombre que en sí mismo movía ascendencias en el fútbol patrio factótum del Gobierno cedista. Ese al que ya habían dedicado películas, cromos, portadas de revistas más allá de ultramar. El que aparecía en talones de fichajes millonarios, el del sueldo de torero. El todo. En la explosión del fútbol profesional en España, Zamora lo era todo.

Pero todo llega. Y eso mismo parecía confesar el rictus severo de una leyenda relegada a la suplencia: el primer crack del fútbol español no se libró del banquillazo. Para más inri en uno de los partidos más importantes de la década para la selección, que a buen seguro, el viejo Ricardo no hubiera querido perderse. Un litigio que superaba el concepto amistoso para imbricarse en una contienda política, espectáculo de masas con mucho de pan y circo y al que buen provecho sacó el gobierno conservador en descomposición entonces de Alejandro Lerroux.

DEPORTISTA Eizaguirre realiza ejercicios de calentamiento, en 1934.

DEBUT DE TITULAR
El seleccionador, el vitoriano Amadeo García de Salazar, confió en el pujante guardameta hispalense con todas las de la ley y en detrimento del intocable. Ya lo hizo una semana antes, en otro amistoso de postín, celebrado en Lisboa con empate a tres después de que los lusos remontaran un 0-3 a falta de media hora. Si Zamora era santo y seña en el Madrid F.C., Eizaguirre era poco menos que el héroe de un equipo sensacional. El líder de una pandilla de artistas, fiel legado de la ya famosa escuela sevillana. El Sevilla estaba recién ascendido a la Primera -séptima temporada de la liga- aunque la prosapia del equipo era harto conocida por las peripecias de los años 20, su dominio con puño de hierro en la Copa de Andalucía -las competiciones regionales gozaban de un extraordinario prestigio- y las incursiones repletas de filigranas y excelso manejo del cuero Despeñaperros arriba. La competición regular de clubes ubicaba al equipo de Nervión en buena posición con excelentes actuaciones colectivas -generación de los Torrontegui, Campanal, Fede, López, Euskalduna o Deva-. Pero fueron las destrezas de Eizaguirre en la victoria en la Copa del Presidente de la República, competición más valorada de la época, las que le llevaron a la titularidad en la selección.

FOTOGRAFÍA: Archivo Sevilla FC

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