Zubizarreta: «Trabajamos con el agente que tiene el jugador deseado, no del jugador que tiene el agente... ¡No es lo mismo!»

El director deportivo del Olympique de Marsella desmenuza las claves de su trabajo actual. Y no se diferencia mucho de su época de portero. Anticipar, organizar, resolver situaciones de riesgo. Zubi, mito de las porterías españolas, responde en clave francesa sobre su vida.

*Texto Rémi Belot | Fotografías Valentine Vermeil.- El Olympique de Marsella cambió de dueño en 2016 tras más de 15 años en manos de Robert Louis-Dreyfus, dueño de Adidas. El club francés fue comprado por Frank McCourt, un empresario estadounidense. Nada más llegar, fichó a Andoni Zubizarreta (Vitoria, 1961) para que se hiciese cargo de los fichajes. El vasco se convirtió así en director deportivo del club, del que es hoy una figura clave. Renovó hasta el 2021. El ex del Barça explica las ambiciones de un proyecto Champions que debe devolver al club a la elite europea años después de su ultima participación y casi 30 después de su victoria en esa competición. El exportero recuerda su carrera como jugador y los resultados recientes de la selección española. Una charla a la vez seria y relajada, como Zubi cuando paraba los remates de los delanteros.

Empecemos por tu segunda vida. ¿Por qué elegiste este camino tras tu retirada?
Cuando se acaba el fútbol tienes que pensar qué cosas puedes hacer después. Tenía compañeros que se sacaban el título de entrenador y ese tipo de cosas... Pero la formación no es lo que más me gustaba del fútbol, lo que me gustaba era la organización, la estructura, las cosas que sostienen lo que pasa en el campo. Y a eso me dediqué entre 1998 y 2000 en la federación, haciendo las labores de relacion entre el equipo sub 21 y el primer equipo hasta la Eurocopa del año 2000. Luego fui director del Estadio Olímpico de Sevilla durante un año y ya empezé a hacer muchos cursos de formación, de gestion de personal, gestión de conflictos...

¿Fue fácil la transición?
No, no es fácil la transición de jugador a persona… digamos a persona normal. No es nada fácil. Jugar al fútbol al final es lo que hemos hecho siempre desde pequeños hasta que tenemos 35 o 36, incluso hasta 40 como Gianluigi Buffon. Jugar es lo que une tu vida. Un día, eso se corta, se acaba, y tienes que pensar y adelantar cosas. Jugar a tanto nivel supone muchos sacrificios, jugar los miércoles y los domingos, los partidos de selección, vacaciones no hay muchas porque entre mundiales y eurocopas...

«Jugar es lo que une tu vida. Un día, eso se corta, se acaba, y tienes que pensar y adelantar cosas. Jugar a tanto nivel supone muchos sacrificios, jugar los miércoles y los domingos, los partidos de selección, vacaciones no hay muchas porque entre mundiales y eurocopas...»

Es una forma de vivir que te da poco espacio, te viene muy estructurada. No te deja pensar mucho en lo que vas a hacer mañana. No eres tú quien gestiona el tiempo y el que decide sobre las vacaciones o si en Navidad vas a esquiar o tienes que quedarte en casa con tu familia... Durante 30 años te han respondido a esas preguntas y de repente las cosas las tienes que hacer tú. Puede parecer una tonteria pero para coger un vuelo, tienes que ir al aeropuerto solo, descargar tú mismo la tarjeta de embarque, embarcar... mientras que antes eras parte de un grupo, solo tenías que subir y sentarte... De repente empiezas a pensar por ti mismo.

¿Es posible vivir con la misma emoción desde la dirección deportiva?
No... El juego tiene la parte de la emoción, de la tensión, de la adrenalina, de la responsabilidad, de ganar, de perder... La tristeza, la alegría, todo eso te lo da el campo de forma inmediata. No hay forma de esconderse. Lo más difícil en el fútbol y en el deporte en general es que al final, en el terreno solo está el jugador. El jugador de tenis, Rafa Nadal por ejemplo, está solo con su raqueta y no hay excusas, juegas tú contra otro que quiere ganarte, y ya está. No te puedes esconder detrás de nadie. Después encuentras situaciones que se pueden parecer cuando gestionas un equipo, cuando ganas un título, pero no es lo mismo. Nunca. Lo que se vive en el terreno no es lo mismo.

¿Cómo llegaste al Olympique de Marsella?
Cuando me marché del Barça, en enero del 2015, tuve algunas propuestas durante los meses siguientes, pero poco interesantes. Un día por estas fechas de octubre, me llamaron para preguntarme si me interasaría la posibilidad de trabajar aquí. En mi cabeza el Marsella era el club que había jugado la final de la Champions del 91 perdiendo ante la Estrella Roja, un año antes de que yo ganara la Champions con el Barça. Y había ganado el año después ante el Milan. En mi cabeza, era ese gran club, aunque nunca había jugado aquí de jugador en partido oficial. Además tenía compañeros que habían jugado o entrenado aquí, como Míchel.

Tuve una reunión en París con Jacques-Henri [Eyraud, el presidente del Marsella] y me explicó cuál era el proyecto. Todo me parecía interesante. Volver al mundo del fútbol, vivir otra experiencia fuera después del Athletic Club y del Barça. En España no era fácil tampoco encontrar un proyecto de este nivel, y Barcelona está a cuatro horas, no está muy lejos. Y luego con el francés, al ser vasco, más o menos lo hablaba. Me parecía que era una manera de salir de mi zona de confort, descubrir una nueva cultura, aprender otra forma de trabajar.

«Tuve una reunión en París con Jacques-Henri [Eyraud, el presidente del Marsella] y me explicó cuál era el proyecto. Todo me parecía interesante. Volver al mundo del fútbol, vivir otra experiencia fuera después del Athletic Club y del Barça.» 

Es un club francés propiedad de un empresario americano y con director deportivo español ¿Cómo te adaptas a esta globalización del fútbol?
En los clubes en los que he estado antes de director deportivo, en Bilbao como en Barcelona, eran clubes propiedad de los socios. Trabajé con Pep, con Tito, con gente muy de la casa. Pero normalmente, en el fútbol, tienes que trabajar en un mundo mucho más grande. Claro que el fútbol es local, juegas en un lugar muy determinado, nosotros jugamos en el Velodrome, con nuestro público, pero es verdad que su difusión es más global.

Eso no es en sí mismo ni bueno ni malo. Puede ser muy bueno con un nuevo propietario muy involucrado en el club, muy implicado con el desarollo del club, como un museo y tal para que crezca... pero luego había que adaptarse a Francia, al Olympique de Marsella. Llegué con Rudi [Garcia, técnico del club] casi a la vez, con dos o tres semanas de diferencia. Había que ordenar la estructura, el idioma, adaptarse a la cultura… Hubo que tener una cierta flexibilidad para adaptarnos.

Hablando del desarrollo al nivel local, aquí en Marsella, hay una identidad muy fuerte del club con la zona. ¿Como se trabaja con los clubes de la región?
Yo cuento siempre la misma anécdota. Estábamos en el Lorient, marcamos el primer gol y la mitad del estadio cantó gol. Estábamos al otro lado de Francia, en la otra punta de Francia. El Marsella es mucho más grande que su ciudad aunque la propia ciudad sea una parte importante del proyecto. Hay una responsabilidad social y también una cuestion de proximidad sobre el territorio.

Ahora tenemos acuerdos con 21 clubes de Marsella, y bueno en un año y medio hemos aprendido a colaborar con ellos como nunca se había hecho. Estamos aprendiendo. En el Athletic llevan 50 años haciendo esto. Hablamos de 21 clubes pero hay un potencial de 80 clubes en la ciudad. Estamos contentos con este proceso.

El año pasado decías en una entrevista en Journal du dimanche que el Marsella tenía que encontrar su sitio en el mercado internacional. ¿Cómo lograrlo?
Pues con tu propia personalidad. No hay otra forma de ser reconocible en este mundo tan global que pareciéndose a uno mismo. Siendo tú mismo. Este es un club y una ciudad que ama el fútbol, que tiene pasión. Eso puede suponer en un sentido positivo como negativo. Que se sienta ese calor. A los jugadores les gusta jugar en un campo con 55.000 o 60.000 espectadores, en una ciudad donde el fútbol es un elemento de debate. Eso tiene comodidades. Cuando el lunes vas a comer a un restaurante siempre te va a venir a preguntar uno, dos, tres socios sobre el partido del domingo.

«A los jugadores les gusta jugar en un campo con 55.000 o 60.000 espectadores, en una ciudad donde el fútbol es un elemento de debate. Eso tiene comodidades. Cuando el lunes vas a comer a un restaurante siempre te va a venir a preguntar uno, dos, tres socios sobre el partido del domingo.»

También nos gusta que nuestro trabajo sea reconocido... Yo creo que eso nos ayudó mucho la temporada pasada. Nos faltó entrar en la Champions League, pero la temporada fue muy buena con la final de la Europa League. Hacía 14 años que un equipo francés no la jugaba, y eso permite diferenciarte de los demás. El OM es un club muy reconocible. Cuando yo me muevo fuera, cuando hablo del club, no tengo que explicar muchas cosas. Sí del proyecto, pero de la ciudad, la pasión, el estadio Velodrome, el ambiente… todo eso más o menos la gente lo asocia al OM.

¿Se puede convencer a un gran jugador solo con eso?
(se ríe) Definamos un gran jugador primero.

Sin hablar de jugadores concretos, pero en un mercado de infalación como el actual, con los ingleses disparando los ingresos… ¿cómo competir siendo un club como el Marsella que no está ni en Champions?
Primero tienes que saber a qué mercado puedes acceder. Evidentemente, si queremos ir a convencer a Messi para que venga aquí cuando tiene un salario que solo el Barça se lo puede pagar... Además, hay que saber qué tipo de situaciones pueden ser intesantes… hay fútbolistas para quienes el salario es muy importante, otros con situaciones deportivas que no son tan buenas y el jugador busca cambiar de contexto deportivo.

Hay que trabajar en esta franja. También depende de la fama de tu liga. Ahora la liga francesa llama más la atencion, y haber jugado la final de la Europa League ayuda. Y luego evidentemente tienes que hacer una proposición económica. En un mundo profesional tienes que proponer al nivel del jugador que quieres. Pero un jugador que tiene tres o cuatro ofertas nunca eligirá solo por una cuestión económica. Todavía tiene valor el aspecto sentimental, vuelve el niño que juega al fútbol. Ahí entra en valor la pasión.

¿Cómo trabajas con los agentes?  Se dice que son personas que tienen mucho poder.
Nosotros trabajamos directamente con los agentes de los jugadores que queremos. Definimos las posiciones en las que necesitamos jugadores, qué jugadores hemos visto, y a partir de aquí decidimos cuál queremos. Después necesitamos información para saber si puede salir o no, y así decidimos qué jugadores podemos fichar... De los 27 jugadores que tenemos en la plantilla del primer equipo, de memoria creo que trabajamos con 25 agentes. Trabajamos con el agente que tiene el jugador deseado, no del jugador que tiene el agente... ¡No es lo mismo! No llamamos a los agentes para saber lo que tienen... De los grandes grandes, como Jorge Mendes o Mino Raiola, creo que no tenemos ni un solo jugador. No tenemos, pero podríamos tener.

Hablando de Mino Raiola, se dice que no fichó a Balotelli porque había problemas con ese agente ¿eso es verdad?
No... Creo que hay que ser más pragmático. Hay negociaciones que salen bien y otras que se bloquean. Las tres partes –nosotros, el jugador con su agente y el Niza- trabajamos bien. En esa negociación hubo momentos en los que caminamos muy juntos, en otros momentos había discusiones para entender cómo llegar a una solución que al final no encontramos. Sería muy fácil decir que fue responsabilidad del agente, pero no fue así.

Siendo español, la gente pensaba que el Marsella ficharía jugadores españoles, y al final casi ninguno ha llegado. ¿Por qué?
Cuando llegué al Barcelona, se decía que el mercado preferencial del Barça tenía que ser Francia. Y ahora que estoy en Francia parece que el mercado preferencial también tiene que ser Francia. Pues este año no hemos fichado a ningún jugador francés. En el fondo solo fichamos a jugadores que nos interesan. ¿Qué importa la nacionalidad? Ese es el concepto de la globalización. Rami ha jugado muchos años en España, este año hemos fichado a un jugador holandés que pasó muchos años en Roma [Strootman]. Al final, fichar jugadores españoles no es algo que me presione, solo hay que tener buenos jugadores, que sean españoles o no, da igual.

Hablemos de tu relación con el técnico Rudi Garcia. Se dice que fue difícil al principio.
Yo creo que al final todo el mundo opina desde fuera. En la cultura francesa hay un componente jerárquico de quién manda sobre quién. Y yo siempre contesto lo mismo. Esto consiste en trabajar juntos, no es una cuestión de quién manda porque al final el que decide es el Olympique de Marsella, y el que firma los contratos es el presidente. Mi trabajo es proponer perfiles de jugadores que sean interesantes para Rudi, yo no intento hacer de entrenador. No tengo otro objetivo que el equipo juegue bien y gane partidos.

Cambiemos de época, y hablemos de tu carrera de futbolista. ¿Por qué eligiste ser portero?
A ver... si vamos a los orígenes, hay que decir que soy vasco. Y en el fútbol vasco, el portero es un puesto muy importante, hay una gran tradición de porteros. Yo soy portero porque quería ser portero no porque no podía ser jugador. Siempre he jugado de portero. Jugué un año al balonmano también. Siempre con las manos. Pienso que era mi destino. Lo comparo con mi trabajo hoy día. Tan importante como parar es anticipar, organizar tu defensa, ver si te pueden atacar por aquí, si te pueden atacar por allá, que tu defensa esté bien situada para que no haya un contraataque rápido, y luego resolver las situaciones de riesgo con tranquilidad. Dar seguridad a tu grupo. Yo creo que eso son elementos que se necesitan para mi trabajo hoy. Otra parte que se aprende con el tiempo, es que cuando eres pequeño sueñas con ganar tú los partidos, y luego descubres que los porteros lo que podemos hacer es no perder un partido.

¿Ser portero es vivir el fútbol de manera distinta a un jugador?
Claro. Jugar muy bien es importante cuando eres portero, pero al final es ganar lo que produce la máxima alegría, y eso pasa porque alguien marca un gol. Lo explico siempre con los penaltis. El jugador tira y tú lo paras. Aunque sea el último minuto del partido, tienes que seguir con la jugada. Los jugadores cuando meten un gol, se paran, se abrazan, todo el mundo les aplaude y todo se para. El portero no. Es una profesión siempre dinámica. Pero sabiendo que hay este dinamismo, pasas mucho tiempo solo. Y cuando te meten un gol estas solo...

Y los errores también son más difíciles
Sobre todo de esconder.

» 20 AÑOS ENTRE PALOS
Dos momentos de la extensa carrera de Zubizarreta. Arriba despejando en la temporada 84/85. Abajo, tras su error en Francia 98 contra Nigeria.

Por ejemplo el del gol de Nigeria en el Mundial 1998 ¿cómo lo viviste?
Yo sabía que era mi último Mundial, sabía que me retiraría después de la competición, teníamos un buen equipo. Tengo el recuerdo de un partido que habíamos controlado, y que normalmente tenía que ser fácil. Lo que pasó es que anticipé demasiado. Una mala lectura de la jugada, hice un movimiento, intenté rectificarlo, pero fallé... Podía quedarse como anécdota pero perdimos 3-2. Eso me dejó muy triste. En las grandes competiciones internacionales siempre había jugado muy bien... Cuando cometes un error de esos, normalemente tienes una carrera para arreglarlo. Siempre queda un partido o una competición que ganar después, la Liga con tu club o la siguiente Eurocopa. Para mí, no.

«Lo que pasó es que anticipé demasiado. Una mala lectura de la jugada, hice un movimiento, intenté rectificarlo, pero fallé... Podía quedarse como anécdota pero perdimos 3-2. Eso me dejó muy triste.»

Tal vez ese fue el peor recuerdo de tu carrera, pero ¿cuál es el mejor? ¿Jugar para Johan Cruyff? ¿El título con el Athletic Club en el 1983? Siempre lo he dicho. No soy muy mitómano, son muy pocos los grandes recuerdos de mi carrera, pero si tengo que quedarme con un único recuerdo, me quedo con mi primer partido con la camiseta del Athletic Club de Bilbao. Era fan de Iribar,  siendo seguidor del Athletic siempre lo había visto con esa camiseta en las espaldas. Llevar la camiseta de mi ídolo para mí era el máximo.

Entrevistamos hace dos años a Bixente Lizarazu y nos dijo que ser vasco era su identidad. Para ti, ¿Qué representa ser vasco?
El País Vasco es lo que soy... pero, yo soy muchas cosas. Somos de un pueblo muy pequeño al lado de Mondragón, en una zona industrial, de trabajo, una zona de dedicación profesional, donde lo emocional no se manifesta mucho. Estuve en Barcelona, en Valencia, pero esas son mis raíces. La lluvia, los tiempos grises, los campos mojados... Por eso me encanta la luz, el sol y todo eso, pero bueno... ser vasco es hacer bien las cosas, nunca darse por vencido, trabajar, trabajar, sacar las cosas adelante, trabajar juntos. Donde yo soy, en una zona de todo el desarollo coperativo, hay mucho trabajo en común, no hay muchas diferencias sociales, entre el propietario de la fábrica y el trabajador no hay mucha distancia. Eso es la parte profunda de esa identidad.

Este tema de la identidad es muy sensible ahora en Espana, con todo el proceso independentista en Cataluña. Hay jugadores come Piqué o tecnicos como Guardiola que dieron su punto de vista sobre el debate. Para ti, ¿Un futbolista tiene un papel político?
Yo pienso que tienes derecho a opinar. Como todas la personas públicas en general. Al pertenecer a un club como el Barça, que es propiedad de sus socios, y en esos socios hay algunos que opinan como tú y otros que no, eso es la vida democratica. Sin embargo, si no opinan, se considera que viven aislados de la sociedad. No soy catalán, pero mi sensación es que en Barcelona la mayoria está en el medio.

Vivías en el Pais Vasco en los anos ochenta con un contexto político muy dificil. ¿Cómo lo visiste?
Cuando ganamos la liga con el Athletic Club en el año 82-83, era un tiempo que definiría como oscuro. Había un asesinato casi al día o cada dos días. Era la época de la reconversión industrial, no se sabía qué iba a pasar, había una crisis económica brutal. Era un país muy reinvidicativo, muy de lucha, muy de combate. Tiempos duros, oscuros, realmente. Ganamos esa liga, y con ese barco, esa gabarra, pasamos por la mitad de la ría subiendo hacia el centro de Bilbao con dos miliones de personas. No había izquierda, no había derecha. Eso era lo que el Athletic podía aportar. El Athletic era un punto de convergencia en un sitio donde todo el resto de las cosas eran duras.

¿Este contexto puede tener una influencia sobre la selección?
¿Ahora? No.

¿No hay tensiones en la Roja?
Ahora, no estoy dentro, pero me parece que dentro no hay ese tipo de problemas. Son problemas de fútbol, es una cosa más sencilla y más difícil. Me llama mucho la atención que antes del Mundial había personas que me decían que España habría podido ganar porque todos jugaban en el país mientras que en Francia había una gran diversidad cultural y de razas y que eso provoca una dispersion tan grande que al final el equipo francés no puede ganar. Cuando pierdes, y gana Francia el Mundial, se dice que la multiculturalidad genera posibilidades, más opciones, crea perfiles diferentes como Mbappé... El éxito genera muchas explicaciones a posteriori. Ganar los partidos después de jugar los partidos es más facil que ganar los partidos antes de jugarlos.

¿Qué le falta a la selección para ganar de nuevo?
España tuvo una generación de jugadores extraodrinarioa desde 2008 hasta el 2012 o el 2013. Una cosa que había pasado siempre en España es que los clubes habían sido muy importantes y la selección nunca había obtenido grandes resultados. Y a partir del 2008, la seleccion gana, y tambien los clubes ganan. Ahora, hemos vuelto a la normalidad. Y la nomalidad es muy complicada. Ahora tenemos buenos jugadores, buen técnicos, una cantera de jovenes fantástica. Todo el mundo entiende que en el deporte se puede ganar y perder. Pero en el fútbol parece que solamente se puede ganar.

¿Quién es el futuro del equipo español?
Me viene de mi condición de portero, pero soy un gran incrédulo de los grandes premios individuales. El gran truco del fútbol es que es un deporte de equipo. El éxito del equipo español ha sido el resultado de una mezcla de grandes jugadores de grandes equipos como Busquets, Xavi, Ramos, Iniesta... En España lo que siempre ha funcionado es el juego. El juego como elemento colectivo, más que las individualidades. El gran problema que tiene España es que esos jugadores han definido el nivel de determinadas posiciones. Una pareja de centrales como Piqué y Ramos o como Xavi e Iniesta han establecido un alto nivel. Volver a una nomalidad, de alto nivel, requiere de un proceso de acceptación. Marco Asensio es un jugador excepcional, Isco tiene toda la calidad del mundo, Thiago es un jugador maravilloso para entender el juego… pero hay que darles el derecho a perder... Competir es aceptar que puedes perder. •