El 'nuñismo' en perspectiva

José Luis Núñez (Barakaldo 1931-Barcelona 2018) no fue un presidente más del FC Barcelona. Su impronta fue tan importante en el club que definió todo un periodo histórico de 20 años en el Barça y en Cataluña. El periodista Orfeo Suárez explica qué pasó en aquellos mandatos extraordinarios. Falleció el 3 de diciembre de 2018 a los 87 años de edad.

Texto Orfeo Suárez | Fotografía Seguí/FC Barcelona.- Para entender con exactitud qué fue el nuñismo, es mejor empezar por el final. Ese ejercicio nos permitirá descubrir cómo la fuerza de un movimiento iniciado por un personaje cuya determinación emanaba, en buena parte, de sus complejos, pudo hacer que uno de los directivos de mayor desprestigio en la opinión pública se impusiera en unas elecciones a quienes representaban a la ilustración de la sociedad civil catalana. Joan Gaspart ni siquiera necesitó salir del cómic que había compartido con Jesús Gil o Manuel Ruiz de Lopera para barrer al publicista Lluís Bassat, apoyado por Pep Guardiola, Joan Manuel Serrat o los desaparecidos Ernest Lluch y Manolo Vázquez Montalbán, con el eco de TV3, en los comicios a las elecciones del Barcelona, en 2000. Obtuvo 25.181 votos por los 19.791 de la candidatura de Bassat. José Luís Núñez lo disfrutó en su silencio de sacristía, en torno a la mesa oval de las oficinas de Núñez & Navarro, porque realmente era su triunfo más hiriente sobre todos aquellos que nunca le habían querido, que jamás le acogieron como uno de los suyos.

En esa misma mesa me recibió Núñez, días antes, para mantener una entrevista de fin de ciclo, aunque habló mucho más tiempo del próximo que del suyo. Realmente, eran el mismo. Debajo de la mesa, en su sitio de siempre, el presidente saliente tenía un timbre por el que llamaba a su secretaria sin necesidad de levantarse. Cuando le pregunté directamente por su mala relación con las grandes estrellas, como Maradona, Schuster y en ese momento Figo, sonó con sobresalto por primera vez: ¡¡¡Ringggg!!! -Trae la carta de Schuster -dijo a su secretaria, que apareció de inmediato. Al regresar, Núñez me la lanzó directamente. Estaba escrita a mano y tenía el sobre grapado. En el remite: Bernd Schuster. -¡Adelante, léela, léela! -exclamó. En voz baja, seguí una escritura naif que cargaba un mensaje inequívoco. Schuster, que pretendía labrarse un futuro como entrenador, le pedía trabajo en las categorías inferiores, le decía que no sabía qué hacer cuando se levantaba por las mañanas y le confesaba lo equivocado que había estado en su juventud, y lo injusto que había sido con alguien al que consideraba el mejor presidente que jamás había tenido.

Schuster, que pretendía labrarse un futuro como entrenador, le pedía trabajo en las categorías inferiores, le decía que no sabía qué hacer cuando se levantaba por las mañanas y le confesaba lo equivocado que había estado en su juventud

Al levantar la mirada de la carta, encontré la de Núñez, fija y escrutadora. -¡Qué! ¿Soy ese monstruo que ha tratado mal a los futbolistas? A la pregunta, desafiante, le siguió una sigilosa petición: -Esto en on the record, ya sabes. Ya lo sabía, a pesar de que a menudo confundiera el on y el off. El tiempo transcurrido y varias conversaciones con Schuster en las que ha admitido lo que en esa carta decía, su estima hacia Núñez, hacen posible esta pequeña transgresión periodística. Ante otra de las preguntas, en referencia a las peticiones salariales que entonces planteaba Figo, poco antes de irse al Madrid, Núñez reaccionó implacable. ¡¡Ringgggggg!! -Trae las hojas de los sueldos -ordenó de nuevo. Después de comprobar cuanto ganaban los futbolistas de la plantilla por todos los conceptos, volvió a la carga: -¿Diría usted que cobran poco? -preguntó maquiavélico, con una sibilina sonrisa. Al silencio le siguió una explicación. Núñez dijo que si el gasto en salarios rebasaba el 50% de los ingresos, el Barça iría a una situación financiera insostenible.

 Después de comprobar cuanto ganaban los futbolistas de la plantilla por todos los conceptos, volvió a la carga: -¿Diría usted que cobran poco? -preguntó maquiavélico, con una sibilina sonrisa.

Años después, la UEFA estableció ese tope en el 70%. En la última memoria económica del Madrid, puesto como ejemplo de gestión económica por Florentino Pérez, esa cota estaba en el 49%. Aunque con perfiles muy distintos y en épocas diferentes, ambos dirigentes pertenecen al sector de la construcción y ambos asumieron el reto de rescatar al Barcelona y al Madrid de una grave situación económica. Florentino vendió patrimonio, la antigua Ciudad Deportiva, oportunamente recalificada gracias a sus conexiones políticas, y Núñez pidió a los socios que adelantaran el abono de un año para recuperar la tesorería, en un tiempo distinto, en el que el aforo era la principal fuente de ingresos de los clubes. Núñez entendió que la televisión cambiaría esa realidad y, todavía en la era del monopolio, fue el primer presidente que tiró un pulso e impidió la entrada de las cámaras en el estadio. Nacido en Barakaldo, en 1931, su familia se trasladó a los pocos meses a Port-Bou, dada la profesión de su padre, policía aduanero. En 1938, un año antes de acabar la Guerra Civil, fijaron su residencia en Barcelona, donde Núñez empezó, a los 14 años, estudios de contabilidad.

Nacido en Barakaldo, en 1931, su familia se trasladó a los pocos meses a Port-Bou, dada la profesión de su padre, policía aduanero.

La administración le llevó a la empresa constructora de su futuro suegro, Francisco Navarro, a la que dimensionó hasta anteponer su apellido, Núñez & Navarro. Su habilidad para comprar terrenos urbanos estratégicamente situados le llevó a ser conocido en Barcelona como ‘El rey de las esquinas’. Después de la eclosión empresarial, ya como uno de los constructores más prósperos del país, el acceso a la presidencia del Barcelona era la metáfora de la ascensión social, a la vez que significaba una posición de privilegio para retroalimentar, voluntaria o involuntariamente, su actividad en los negocios. Afrontó las primeras elecciones del club tras la muerte de Franco, en 1978, sin encontrarse, en principio, entre los candidatos con posibilidades. El favorito era el publicista Víctor Sagi, bendecido por el nacionalismo, por el propio Jordi Pujol, pero acabó por retirarse de la carrera electoral de manera sorprendente.

» ELECCIONES Núñez ganó las elecciones de 1978 gracias a la sospechosa retirada del candidato favorito.

Entre los motivos, la hipótesis más extendida fue la de un posible chantaje de Núñez, a propósito de unas fotografías comprometedoras para su vida privada. La versión oficial del publicista era que no quería dividir al barcelonismo, un deseo quimérico si se atiende a la cainita historia del club. El 6 de mayo de 1978, mientras el recuento de votos ya apuntaba a la victoria de Núñez sobre Ferran Ariño y Nicolau Casaus, opositores, críticos con la figura del constructor e incluso algunos periodistas, cantaron el ‘Cara al Sol’ para recibir al nuevo presidente, cuya tendencia política era entonces inequívoca y se interpretaba como una agresión a la idiosincrasia perfectamente resumida en una frase por el ex presidente Narcís de Carreras: més que un club. Núñez luchó siempre para legitimarse en el entorno azulgrana, pero nunca llegó a conseguirlo. De hecho, en aquella última charla, al dejar el cargo tras 22 años, me confesó que, por la dimensión de su obra, merecía haber sido más reconocido.

Buscó todas las alianzas posibles para conseguirlo y comerció con la vanidad de los oponentes a los que derrotaba en las urnas gracias a los cimientos populistas de las peñas, para atraerlos al club. Una butaca en el palco, bien valía un pacto. El primero fue Casaus, al que habría ayudado económicamente en los albores de la decadencia de la industria textil catalana, de la que procedía. Sucedió, posteriormente, con Sixte Cambra, su rival en 1989 y otro de los candidatos amparados por la llamada sociedad civil. Al mismo tiempo, se valió de la intimidación de grupos que increpaban a los críticos, conocidos entonces como ‘Los Morenos’. Posteriormente, controlaría a los Boixos Nois, custodiados dentro del club por ex policías vinculados al servicio de seguridad del presidente. Sin embargo, Núñez jamás pactó con la política, y menos con el nacionalismo representado por CiU y el pujolismo. Había algo refractario, y no sólo en lo ideológico. Maniqueo como el propio Pujol, Núñez utilizaba a Cataluña para justificar los malos resultados del equipo y hasta los arbitrajes, pero era consciente de que el crecimiento del Barcelona dependía de que pudiera trascender a la propia Cataluña.

Núñez utilizaba a Cataluña para justificar los malos resultados del equipo y hasta los arbitrajes, pero era consciente de que el crecimiento del Barcelona dependía de que pudiera trascender a la propia Cataluña.

Nunca supo resolver el entresijo, ni explicarlo. Ni siquiera en el éxito, porque el crecimiento del ‘dream team’ dimensionó la figura de Johan Cruyff hasta convertirlo en su rival en el club. Eran como el agua y el aceite: sólo cuando cada elemento estuvo en su lugar, pese a las tensiones, el club encontró el equilibrio perfecto. De alguna forma, le sucedió algo parecido a Florentino y Del Bosque, hasta que el presidente del Madrid se precipitó. Núñez no lo hizo, esperó que lo hiciera el propio Cruyff, tan endiosado que, como Saturno, devoró a su propia obra. Observado en perspectiva, el periodo fue de locos, porque los éxitos de Bobby Robson (Copa y Recopa) y Louis van Gaal (dos Ligas y Copa) estuvieron acompañados de un ambiente guerracivilista, profundamente autodestructivo, y de un hecho clave para un club construido sobre la pasión, el amor, la reivindicación y el complejo: la Séptima del Madrid.

Observado en perspectiva, el periodo fue de locos, porque los éxitos de Bobby Robson (Copa y Recopa) y Louis van Gaal (dos Ligas y Copa) estuvieron acompañados de un ambiente guerracivilista, profundamente autodestructivo

Al observar las incomprensiones del Tata Martino, con su equipo líder, es fácil recordar a Robson y a Van Gaal. Ninguno conocía el significado de la palabra con la que Cruyff se refirió a lo más nocivo del Barcelona: el "entorno". Cuando se analizan los enfrentamientos actuales entre Joan Laporta, amigo de Cruyff y azote de Núñez, inicialmente con la plataforma Elefant Blau, y Sandro Rosell es fácil concluir que el cainismo parece algo congénito a la entidad azulgrana, ya desde los tiempos de kubalistas y suaristas, pero entre Núñez y el actual presidente hay pocas coincidencias. El primero era un ‘self made man’, mientras que Rosell creció bajo el paraguas de un gran patrimonio familiar. Su padre tuvo un cargo en CiU, por lo que el Barcelona está hoy políticamente claramente alineado. Núñez, por ejemplo, habría secundado la consulta soberanista, no tanto por el contenido, sino por lo que significa posicionarse en política. Con sus aciertos y sus errores, el nuñismo era muy independiente, como todo el movimiento deportivo en general, celoso de sus espacios, refractario a la política porque ya tiene su política. No en vano, la FIFA o el COI tienen medio siglo más que la ONU. Un año después de su llegada a la presidencia, en 1979, el Barcelona ganó la Recopa, en Basilea, ante el Fortuna Dusseldorf.

 

Para un equipo estigmatizado por sus fracasos en la Copa de Europa, tuvo el significado de una peregrinación. Para Núñez, fue la primera piedra de lo que había concebido como un ‘Barça Triomfant’, su lema electoral. Sin embargo, las frustraciones continuarían hasta Wembley y encontrarían en la tanda de penaltis de Sevilla, en 1986, su mayor metáfora. Schuster se fue del Sánchez Pizjuán, airado, enfrentado a Terry Venables y sin esperar a que sus compañeros lanzaran desde los 11 metros. El alemán había liderado el Motín del Hesperia, un conflicto que tenía su raíz en reclamaciones fiscales, y había demandado al club por entender que, al rescindirle durante un año la licencia federativa, se coartaba su derecho a la ocupación efectiva que refleja el Estatuto de los Trabajadores. Acabó en el Madrid. Pese a todo, escribió lo que escribió en la carta que sigue sobre la mesa, las conclusiones a las que le llevó la madurez. Schuster compartió un tiempo en el Barcelona con Diego Armando Maradona, que jamás se adaptó a la idiosincrasia catalana. Su problema no era únicamente Núñez, en eso se ha sido injusto. Era el contexto, lo que el Barça significaba.

COPA DE EUROPA En la imagen, Joan Gaspart 'tira' de Pep Guardiola en la celebración del mayor éxito del 'nuñismo'. 

La interpretación de su biógrafo, Jimmy Burns, autor de ‘La Mano de Dios’, es que mentalmente Maradona nunca salió de Villa Fiorito, donde la corrupción pone las normas. Por eso en Nápoles encontró de nuevo su hábitat y uno de los periodos de mayor esplendor, aunque efímeros, como todo en el Diego. - Hablar de futbolistas nada más es hablar de pequeñeces. ¿De qué gran equipo no se han ido algunos grandes jugadores? No puedes dirigir un club pensando en que no se irán. Recuerdo cuando me vino a ver Maradona. Me pidió marcharse porque tenía problemas económicos. Habíamos pagado 400 millones y cobramos 1.100 millones del Nápoles. Ganó allí dos campeonatos y una Copa de la UEFA, sí, ¿pero qué pasó después? Acabó en Segunda porque su estructura no estaba preparada -recordó el ya ex presidente, de vuelta a la charla. En sus palabras, no existía rencor por Maradona, sino compasión y algo de paternalismo, como en el caso de Schuster.

Recuerdo cuando me vino a ver Maradona. Me pidió marcharse porque tenía problemas económicos. Habíamos pagado 400 millones y cobramos 1.100 millones del Nápoles. Ganó allí dos campeonatos y una Copa de la UEFA, sí, ¿pero qué pasó después? Acabó en Segunda porque su estructura no estaba preparada -recordó el ya ex presidente, de vuelta a la charla. 

Todo lo contrario que cuando se refirió al hombre con el que construyó el mejor Barça de la historia, antes del reinado del equipo de Guardiola. -Una gran parte de mi éxito fue hacer triunfar a Cruyff como entrenador, ya que como jugador no fue rentable para el Barcelona: ganó una Liga y una Copa en cinco años. La mayoría de jugadores que contratamos a su llegada estaba ya planificada por Javier Clemente -explicó, en referencia a la incorporación del técnico vasco que había pactado antes de arrebatar al holandés a Cambra, su rival electoral-. Cruyff sólo recomendó a tres: Serna, Valverde y Soler. Le pedimos informes sobre Rijkaard y nos dijo que no lo ficháramos. Tampoco pudimos traer a Van Basten, porque el suegro de Cruyff quería que se fuera al Milan, y prefirió a Aloisio antes que a Romario tras los Juegos Olímpicos de Seúl 88.

Todo lo contrario que cuando se refirió al hombre con el que construyó el mejor Barça de la historia, antes del reinado del equipo de Guardiola. -Una gran parte de mi éxito fue hacer triunfar a Cruyff como entrenador, ya que como jugador no fue rentable para el Barcelona: ganó una Liga y una Copa en cinco años. 

No obstante, creo que el equilibrio entre presidente y técnico funcionó muy bien durante unos años. La plantilla del ‘dream team’ pudo hacerse gracias a la salud económica del club y, en muchos casos, la directiva hizo un esfuerzo por motivar a los equipos que se enfrentaban a nuestros rivales. Pero todo cambió cuando Cruyff tuvo más poder. Dilapidó el equipo. Se fueron Zubizarreta, Romario, Eusebio o Stoichkov, que antes me pidió que echara al entrenador, y llegaron Eskurza, Escaich o José Mari, además de su hijo y su yerno. Al apagar el micrófono, pregunté a Núñez si se sabía todo de las "motivaciones" a las que se refería y que había recibido la plantilla del Tenerife, en especial en el segundo de los partidos que el Madrid perdió en el Heliodo Rodríguez López, dirigido por el árbitro Gracia Redondo. Enimágtico, contestó: -Ahí no tuvimos que hacer nada, lo hizo todo García. Antes de poder volver a preguntarle, un sonido inconfundible me indicó que habíamos acabado. ¡¡Ringgggg!! •