Líbero.- Hace tres años hubo cierta polémica. La Real Federación Española de Fútbol se llevaba la Supercopa a Arabia Saudí a cambio de bastantes millones de euros. El presidente, Luis Rubiales, que había abanderado los principios del fútbol popular en contraposición con la estrategia mercantilista de la Liga de Fútbol Profesional, demostraba tener un precio. Según esta información de El Confidencial, son 30 millones anuales. Nos pareció un escándalo, y lo denunciamos en un editorial de Líbero, pero incidíamos en algo que va más allá de que se celebre en un país denunciado internacionalmente, es que se celebra a 7.000 kilómetros de los aficionados, para los que se debería gestionar el fútbol.
En el colmo de la torpeza, la RFEF trata de asegurar que en el acuerdo hay cláusulas de fomento del deporte femenino en Arabia Saudí y demás explicaciones zafias que no justifican en absoluto que se exporte de esta manera la sede de un torneo nacional. Sin fans no hay fútbol y ya está. No hay mucho más que entender. No hay dinero que valga que los aficionados de Osasuna, que no tienen muchas oportunidades de ver a sus equipos en grandes finales, tengan que conformarse con ver este torneo en televisión.
La que iba a ser la segunda Supercopa de la vergüenza en 2021 tuvo que cambiar sus planes por la pandemia. Se celebró en Sevilla. La ganó el Athletic Club del estrenado Marcelino y la afición tampoco la pudo disfrutar porque La Cartuja estaba vacía.
Rubiales anunció en 2019 la Supercopa como la de “la igualdad”, porque según sus explicaciones la RFEF acudía al rescate de la ciudadanía saudí a contribuir a la democratización del país. “La oportunidad de cambiar las cosas”, detalló. “Hace unos días el mundo del deporte se indignaba a raíz de la prohibición expresa de las muestras de afecto entre las personas homosexuales que asistan al torneo. No veremos muchas muestras de afecto en esta Supercopa donde la homosexualidad se castiga con penas de cárcel y el adulterio conlleva incluso penas de flagelación”, denuncia Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional en España.
MUJERES» Amnistía Internacional ha enviado brazaletes violetas a los equipos para que los luzcan en favor de los derechos humanos. Foto. Amnistía Internacional
Para entender dónde van a jugar nuestros equipos, y quienes son los señores a los que los dirigentes van a dar la mano en el palco, merece la pena revisar la situación de la pena de muerte en Arabia Saudí. En 2020 se produjo una reducción del 85% en el número de ejecuciones respecto al periodo anterior. Sin embargo, en 2021 las ejecuciones volvieron a aumentar, y solo entre enero y julio de 2021, al menos 40 personas fueron ejecutadas, superando las 27 ejecuciones en el año 2020. El 15 de junio de 2020, las autoridades saudíes ejecutaron a Mustafa al Darwish, un joven que había sido detenido en 2015 por su supuesta participación en unas protestas contra el gobierno en la Provincia Oriental, y tras un juicio claramente injusto que incluyó confesiones extraídas bajo tortura, según denuncia Amnistía Internacional.
En 2020 se produjo una reducción del 85% en el número de ejecuciones respecto al periodo anterior. Sin embargo, en 2021 las ejecuciones volvieron a aumentar, y solo entre enero y julio de 2021, al menos 40 personas fueron ejecutadas, superando las 27 ejecuciones en el año 2020.
La Supercopa robada a las aficiones españolas y vendida como un pañuelo que limpie la dictadura saudí es un espanto y un ataque al fútbol español que tiene que ser entendido como tal para que el fútbol siga existiendo. Los 30 millones de euros anuales salvarán las cuentas de la RFEF pero el fútbol se muere cada vez que no se ayuda a las aficiones a ir al estadio. Sin fans no hay fútbol. •