Manolo el del Bombo, una figura emblemática de la selección española

Manolo el del Bombo llegó a ser calificado en 2012 por The Guardian como el hincha más conocido del planeta. 

Líbero.- Se llama Manuel Cáceres Artesero y lleva casi cinco décadas desfilando como una divinidad ubicua por las gradas de medio mundo para animar a la Selección Española de Fútbol. No es preciso tirar de olfato detectivesco para reconocerlo, y es que su indumentaria le delata: boina estratosférica, cachirulo al cuello, camiseta roja de España y un bombo de ritmo eterno que da nombre a su rol de aficionado incombustible. Manolo el del Bombo llegó a ser calificado en 2012 por The Guardian como el hincha más conocido del planeta. Se trata de una figura tan decisiva que a veces puede condicionar el rumbo de un encuentro y, en consecuencia, de los pronósticos de las apuestas en torno a la selección, siendo esto visible sobre todo en lugares como https://apuestasonline.net/, plataforma especializada en este tipo de eventos deportivos.

Aunque el rigor biográfico señala que es manchego de nacimiento, Manolo creció en las calles de la capital oscense y fue ahí, en el modesto estadio de El Alcoraz, donde empezó a cogerle el gusto a la animación con el bombo en ristre, dándolo todo en los partidos del Huesca. Luego hizo lo propio durante años con equipos como el Barbastro o el Zaragoza -e incluso con el Valencia un poco más tarde- hasta convertirse de este modo en un entusiasta habitual del graderío patrio. Esta militancia frecuente y reseñable dentro del folclore futbolero sembró en Manolo las ganas de trasladar su golpe de percusión a gestas de mayor rango.

BAUTIZO, CATAPULTA Y ESPLENDOR

Fue en la Eurocopa de 1980, celebrada en Italia, cuando decidió sumarse a la aventura internacional y hacerse un hueco entre la afición española para alentar al combinado dirigido en aquel entonces por Ladislao Kubala. Enérgico, atronador y provisto de esa apariencia propia tan llamativa, Manolo asistió al Bélgica-España disputado en el Giuseppe Meazza, el escenario de su bautizo ultrapirenaico, para ofrecer el primer repertorio de bombo a la selección. No sólo no pasó desapercibido, sino que además tuvo cierto protagonismo en la retransmisión que brindó la televisión italiana; apareció en multitud de imágenes a lo largo del partido que ya forman parte de la historia y que sembraron el tono mediático de un hombre llamado a ser el carismático maestro de ceremonias en el que luego se transformó.

Tras la cita continental, llegó la Copa del Mundo de 1982, que tuvo a España como anfitriona y que sirvió para consagrar a Manolo como el jugador número 13 del equipo nacional. Su presencia fue constante durante el torneo a lo largo de toda la península, una peregrinación por multitud de campos de fútbol que este hincha infinito recorrió haciendo más de quince mil kilómetros en autostop. Sin duda, fue un viaje de tintes epopéyicos, y no sólo por el modo de desplazamiento elegido -única opción cuando palidece la cartera-, sino por el sacrificio que llevó aparejado. El propio Manolo ha declarado en más de una entrevista que para asumir aquella aventura tuvo que dejar su trabajo, el bar que regentaba en Huesca.

Su presencia fue constante durante el torneo a lo largo de toda la península, una peregrinación por multitud de campos de fútbol que este hincha infinito recorrió haciendo más de quince mil kilómetros en autostop.

Estos episodios le granjearon una fama y una popularidad en todo el país que le permitieron estar presente, más allá de amistosos y clasificatorios, en una decena de Mundiales y en siete Eurocopas. El listado mundialista no tiene desperdicio: España 82, México 86, Italia 90, Estados Unidos 94, Francia 98, Corea y Japón 2002, Alemania 2006, Sudáfrica 2010, Brasil 2014 y Rusia 2018. Y tampoco flojea el torrente de memoria que este hincha inagotable puede ofrecer de su paso por la Euro, teniendo en cuenta que estuvo en las de Alemania occidental, Inglaterra, Bélgica y Países Bajos, Portugal, Austria y Suiza, Polonia y Ucrania, y Francia. Si partimos de la poca predisposición para el desplazamiento que suele caracterizar a la afición española, lo de este hombre cobra todavía mucha más importancia.

NO TODO BRILLA EN ESTA HISTORIA
Pese al nutrido historial que acumula, Manolo el del bombo mantiene a día de hoy la pequeña frustración, el sabor agridulce de no haber podido animar a La Roja en Qatar 2022. Aunque hizo lo posible por formar parte de la expedición en aquel momento, el plan acabó torciéndose en el último instante. La Real Federación, que ya le había proporcionado las entradas, el visado y los billetes de avión, se despreocupó de buscarle un alojamiento, que es uno de los requisitos ineludibles a la hora de acceder al país. Manolo conoció la noticia un par de días previos al viaje, pero ante la imposibilidad de asumir un desembolso económico de esa envergadura y la falta de tiempo de reacción, finalmente tuvo que quedarse en casa.

Si bien es cierto que esta señalada ausencia tuvo mucho de traumático para este icónico aficionado, no iguala en dramatismo a la situación por la que tuvo que atravesar un par de años antes, con el estallido de la pandemia del coronavirus. La crisis económica derivada de aquel contexto provocó que Manolo cerrase el bar en Valencia que venía explotando desde hacía casi tres décadas. Se quedó en la ruina, cobrando una pensión muy escasa y prácticamente sin dinero para comer. Por suerte, la gente respondió con donativos de todo tipo que lo ayudaron a salir del pozo, un apoyo que le hizo recobrar la alegría y las ganas de soñar con los próximos mundiales. •