L'uomo ch'è venuto da lontano
ha la genialità di uno Schiaffino
ma religiosamente tocca il pane
e guarda le sue stelle uruguaiane.
Ah Sudamerica...
(Paolo Conte, Sudamerica)
Francesco Luti.- Ahora que se cumplen más de 10 años desde que nos dejó huérfanos, Líbero se propone recordar a Mario Benedetti, poeta que siempre actuó como hombre libre. En el registro civil fue inscrito como Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farugia y había nacido en Paso de los Toros en 1920. Falleció en Montevideo, en 2009. Durante la dictadura decidió exiliarse para no aguantar el régimen en el “paisito”, como solía llamarle. Tras el golpe de Estado de 1973, residió largos periodos en Argentina, Perú, Cuba y España. A los 20 años en aquel Buenos Aires, en la plaza San Martín, empezó a sentirse poeta. Con su mujer Luz, a la cual dedicó toda su obra, transcurría algunos meses del año en un piso madrileño de la calle de Ramos Carrión para evitar el frío del invierno. Invierno invierno / invierno me gusta / si hace calor. Así decía un haiku del propio Benedetti. Persona “humana” y hombre con el don de la ironía, este poeta y narrador, autor de teatro y ensayista, sabía tocar las venas de los sentimientos.
Su obra retrataba la cotidianidad, las cosas de todos, con un lenguaje directo que llegaba al lector como una flecha, sin desviarse. Su experiencia poética sigue representando un ejemplo muy relevante en la cultura hispano-americana. Benedetti tenía una excepcional capacidad para interpretar la realidad del presente, y ciertas veces resultaba profético. Su obra nació de la exigencia de insurrección; y aquella calma voz de abuelo irrumpía con la fuerza de un trueno en los oídos de los que no querían escucharla. Una palabra que logró alcanzar un grado de testimonio y de conciencia crítica y que supo instaurar una inmediata correspondencia con un amplio público. Artistas de renombre pusieron música a sus textos. Los recitales, los libros llevados al cine, las muchas reediciones y traducciones, favorecieron su popularidad.
Su obra nació de la exigencia de insurrección; y aquella calma voz de abuelo irrumpía con la fuerza de un trueno en los oídos de los que no querían escucharla
Y además, last but not least, Mario Benedetti fue un auténtico apasionado del fútbol, y entre los escritores, uno de los pioneros en tratar el balompié. Con Horacio Quiroga y Eduardo Galeano, Benedetti compone la triada de los uruguayos (y entre los rioplatenses todos) que mejor supieron relatar el fútbol sin jamás olvidar lo que representa en nuestra sociedad. Fútbol como aspecto de la vida y espejo de la existencia. Hace casi 20 años, el autor del presente artículo seleccionó y tradujo al italiano una antología poética de Benedetti, 'Difesa dell’allegria', la primera de él que se publicaba en Italia. Aquel apellido, así tano (gentilicio rioplatense para los italianos), dificultaba la difusión de uno de los grandes autores latinoamericanos. En uno de los encuentros de entonces me contó su afición por el Nacional de Montevideo, el tricolor.
El Maestro, como yo solía llamarle antes de que me impusiera el Mario, a pesar de los 80, utilizaba con soltura un ordenador portátil, que él llamaba “computadora”. A la pregunta de si era con aquel instrumento con el que escribía poesía, me miró con sus ojos de distinto color, y con una sonrisa respondió: “No, la poesía la escribo a mano”. En una tarde madrileña, mientras se oían a través de la ventana los gritos de los colegiales persiguiendo una pelota en la hora de recreo, fue cuando toqué el tema. Me contó que presenció los dos mundiales en los que Uruguay se proclamó campeón. Del Mundial de 1930, primera edición de la Copa y con sede en su país, aunque tuviera 10 años, recordaba que con su padre solían escuchar los partidos por la radio. El Mundial de Brasil, con el célebre Maracanazo, también lo recordaba por la radio. Un jugador le apasionaba más que otros, el delantero de la celeste Atilio García. Y acabamos nombrando a Ghiggia y a Pepe Schiaffino, que llegaron a triunfar en Italia.
El Mundial de Brasil, con el célebre Maracanazo, también lo recordaba por la radio. Un jugador le apasionaba más que otros, el delantero de la celeste Atilio García. Y acabamos nombrando a Ghiggia y a Pepe Schiaffino, que llegaron a triunfar en Italia.
Entre los distintos relatos de Benedetti, dos en especial tratan de cerca el fútbol. El primero, ‘Puntero izquierdo’, lo escribió en 1954, y al año siguiente apareció inicialmente en la revista Número. Años más tarde los incluyó en ‘Montevideanos’ (Ed. Alfa, 1959), una recopilación de relatos que obtuvo un positivo reconocimiento de público y crítica. En esta obra, el protagonista es un jugador de divisiones inferiores preocupado por su situación laboral. Un joven que intenta resistirse a un soborno para que su equipo ceda la victoria a otro más poderoso a cambio de una recompensa que podría solucionarle sus preocupaciones económicas. El cuento, escrito en primera persona, nos sitúa en el papel del protagonista ya que es el propio jugador quien va relatando los acontecimientos. Un muchacho sin estudios ni ambiciones cuyo único objetivo es cambiar su condición, salir de la pobreza. Benedetti recurre a un lenguaje popular, un léxico de cancha de fútbol que ayuda el lector a situarse en la historia de vida y fútbol que pertenece a un tiempo antiguo pero donde las problemáticas son similares a las de hoy. Benedetti volverá al relato de ámbito futbolístico unas décadas más tarde, cuando en ‘Despistes y franquezas’ (Alfaguara, 1990) publica ‘El césped’ que Jorge Valdano incluyó en la antología ‘Cuentos de fútbol’ (Alfaguara, 1994). Benja, el protagonista, es un futbolista al que le espera un trágico destino.
Ilustración Jorge Arévalo
El lenguaje adoptado es similar al del cuento anterior, popular pero quizás más moderno, aunque siempre canchero, y consolida nuestra convicción de que Benedetti fue un hondo conocedor de la materia fútbolística y de sus matices psicológicos. ‘El césped’ se ubica en Montevideo al igual que el relato de 1955 pero en una época más cercana a nosotros. El nexo futbolístico que une ambos textos es el gol que puede revelarse en contra de quien lo realiza. En ‘El césped’ el tanto marcado por Benja a su gran amigo portero Martín provoca una crisis de arrepentimiento que pronto se transforma en una insostenible vergüenza que llevará a Benja al suicidio. Benedetti nos cuenta también en este relato la pasión de los hinchas, los del estadio y los que se pasan el día de bar en bar hablando de fútbol. Lo que sorprende es que su escritura transmite un conocimiento directo al lector, confirmando la cercanía del narrador con el mundo que relata.
En medio de otros maravillosos cuentos, en ‘Buzón de tiempo’ (Alfaguara, 1999) Benedetti volverá a situarse en el universo de la pelota en ‘Cambalache’. Con el título del célebre tango presenta la historia de un equipo de cuyo nombre no quiere acordarse o cito: “No daré más detalles”, y traslada al lector hacia un partido en tierras europeas de un equipo rioplatense. Una vez más una gran ironía y una peculiar capacidad de invención –como a menudo pasa leyendo a Benedetti– nos atraviesa. En una lejana mañana de 1999, después de que me recibiera en su casa dándome carta blanca para traducirle, Benedetti me regaló varios ejemplares de sus obras. Cuando llegué al hotel pensé que habría dado ese título al prólogo de mi antología: ‘La poesía fatta a mano’. Fue la última vez que vi al poeta en persona. Sí, Benedetti fue, ante todo un poeta y en su obra se encuentra un poema dedicado a Maradona: ‘Hoy tu tiempo es real’. Eligió a un argentino, un jugador que hizo época. Dijo una vez en una entrevista medio en serio medio en broma: “Aquel gol que le hizo Maradona a los ingleses con la ayuda de la mano divina es por ahora la única prueba fiable de la existencia de Dios”. La mano de Dios, artista supremo de un fútbol hecho a mano.
Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa
Y aunque otros olviden tus festejos
Las noches sin amos quedaron lejos
Y lejos el pesar que desalienta.
Tu edad de otras edades se alimenta
No importa lo que digan los espejos
Tus ojos todavía no están viejos
Y miran, sin mirar, más de la cuenta.
Tu esperanza ya sabe su tamaño
Y por eso no habrá quien la destruya
Ya no te sentirás solo ni extraño.
Vida tuya tendrás y muerte tuya
Ha pasado otro año, y otro año
Les has ganado a tus sombras, aleluya. •