¿Quién se llevó a Quini?

Fernando, Víctor y Eduardo eran tres parados de Zaragoza que en 1981 idearon un plan para salir del atolladero: secuestrar al pichichi de la Liga en una gasolinera. En una España agitada, la semana de 1981 que empezó con el 23-F terminó con la desaparición del mejor futbolista del momento. Quini perdonó enseguida a sus captores.

Texto Pedro Águeda | Fotografía Archivo de los policías.- Los veinte se echaron a la calle y no dejaron por interrogar a uno solo de sus confidentes. Eran policías viejos metidos en cuerpos de veinteañeros. Tenían ‘chotas’ entre los chulos, los camellos y los periodistas de una Barcelona que olía a pólvora de recortada y sonaba al tubo de escape de un Seat 131. Nadie sabía nada, ninguno había visto nada. Tampoco sirvió para torcerles el ánimo. Ellos eran los grupos Omega de la Brigada Antiatracos, la joya de la ‘pringue’. Y por primera vez podían centrarse en un solo caso. Era 1 de marzo de 1981 y alguien se había llevado a Quini.

Los españoles no estaban para más sobresaltos. Hacía justo una semana que un fantasma del pasado se había colado en el Congreso para decorar el techo a balazos y pintar más de negro su futuro. Y ahora les tocaban el fútbol. El mes de marzo se había estrenado con el Atleti primero y el Barcelona a tan solo a dos puntos. El domingo que desapareció Quini, los blaugrana le habían metido seis goles al Hércules.

El mes de marzo se había estrenado con el Atleti primero y el Barcelona a tan solo a dos puntos.

En el banquillo, Helenio Herrera había sustituido a Kubala, tras la eliminación de la UEFA. En el once lucían Artola, Simonsen, Esteban, Zuviría… Y los dos mejores amigos de Quini en el vestuario: Schuster y Alexanko. El asturiano llevaba 18 goles. El día de su desaparición había marcado un hat trick, aunque él no supiera aún qué era eso. La vida de la estrella del fútbol era ordenada. Su mujer, Mari Nieves, volvía en avión de Gijón con los niños y él, como tantas veces, iría a buscarla al aeropuerto. Antes pasó por casa, dejó sus cosas, vio un rato la tele y salió para El Prat en su Ford Granada. Tuvo que echar gasolina y ese fue el momento en el que tres sombras se lo llevaron. Mari Nieves se cansó de esperar en el aeropuerto. Cuando llegó a casa y vio su bolsa, decidió llamar al club y a la Policía.

ALARMA EN LA COMISARÍA
En pocos minutos, saltaba la alarma en la comisaría de Via Laietana. Según relató Quini después, dos jóvenes se le acercaron tras pagar en la gasolinera. Uno de ellos le enseñó un revolver y le obligó a entrar de nuevo en el coche. Muerto de miedo, el futbolista siguió las indicaciones de sus dos captores, uno sentado a su lado, el otro detrás. Un tercero les seguía al volante de una furgoneta DKW.

Pararon junto al mercado de Les Corts. Allí pusieron a Quini una capucha y lo metieron en un cajón de madera que había dentro de la furgoneta. Fueron más de dos horas de viaje a Zaragoza. Juan Martínez Ruiz es hoy el jefe de la Científica en Barcelona, pero aquel marzo de 1981 era uno de los 20 jóvenes policías a las órdenes de Paco el Culé, al que así llamaban por ser el único seguidor del Barça en los Omega. Martínez explica 32 años después por qué los secuestradores escogieron a Quini: “Pensaron en folclóricas, famosos… Su fuente de información eran las revistas del corazón. Como te lo digo. Tras analizar los pros y los contras cambiaron el objetivo. Pensaron en alguien que tuviera a sus espaldas una gran empresa mediática que respondiera con pasta. Barajaron varios futbolistas y se quedaron con Quini”.

Allí pusieron a ‘Quini’ una capucha y lo metieron en un cajón de madera que había dentro de la furgoneta. Fueron más de dos horas de viaje a Zaragoza.

El hoy comisario principal defiende que al asturiano lo secuestraron por bueno. “Según la prensa, era una gran persona, hogareño, de buen carácter. Y eso a ellos les motivó para que al tenerlo en cautiverio no les causara problemas. Y acertaron”. Por aquel entonces, “crimen organizado” era un término casi desconocido en España. Ni ETA, ni el GRAPO, ni la ultraderecha parecían estar tras el secuestro. ¿Quién se podía haber llevado a Quini? En marzo de 1981, 1.741.000 personas estaban en paro, un 13,5% de la población activa. A pesar de que el porcentaje es casi la mitad del que registra hoy España, la prensa del momento tachaba el dato de “escalofriante”.

Cundía la desesperación porque la España democrática no venía acompañada de prosperidad. Fernando, Víctor y Eduardo eran tres de esos desempleados, unos jóvenes de Zaragoza en una situación límite. En el juicio, sus abogados presentaron su estado de extrema necesidad como atenuante, pero el tribunal lo rechazó. Los tres secuestradores tenían en contra casi todo y solo algo a su favor. “Pasaban totalmente desapercibidos. Esa fue la causa principal de tardar en localizarlos. Nunca habían roto un plato, no tenían antecedentes, no se relacionaban con delincuentes… Eran absolutamente normales”, cuenta el comisario Martínez.

En el juicio, sus abogados presentaron su estado de extrema necesidad como atenuante, pero el tribunal lo rechazó. Los tres secuestradores tenían en contra casi todo y solo algo a su favor. “Pasaban totalmente desapercibidos. Esa fue la causa principal de tardar en localizarlos.

El día del secuestro, tras dormir varias noches al raso en el monte, los tres se armaron de valor y con dos pistolas oxidadas fueron a secuestrar a Enrique Castro Quini, nada menos que al pichichi de la Liga. La tarde siguiente al secuestro, en el domicilio de Quini sonó el teléfono. Intervenido con una orden judicial, la llamada saltó en la comisaría de Vía Laietana. Solo con aquella primera conversación, los policías ya pudieron descartar definitivamente la pista terrorista y comprobar que el hombre que hablaba, no podía disimular su acento aragonés. Y no sólo eso: aquellos no parecían profesionales, no tenían ninguna prisa por colgar. Mari Nieves, la esposa de Quini, recibió al aparato órdenes precisas.

70 MILLONES DE PESETAS
En una cabina de Hospitalet había una carta escrita por el propio futbolista asegurando que se encontraba bien y que los captores querían 70 millones de pesetas. Telefónica dijo a la Policía que tenía un sistema para localizar la cabina o el teléfono particular desde donde se realizase la llamada. Esa afirmación tan atrevida de la compañía propició varios episodios surrealistas durante el secuestro.

“El interlocutor de los secuestradores llamaba todos los días a la misma hora y se tiraba hasta 20 minutos hablando… era de chiste gordo. Hasta tal punto que, pensando que llamaba desde Barcelona, se organizó un comando ‘anticabina’ día y noche. Consistía en que el momento en que se registraba una llamada, todas las cabinas de Barcelona se abordaban, en moto, en coche o a pie. Un día llegamos a coger a un pringao que estaba hablando en ese momento con la mujer de ‘Quini, haciéndose pasar por el secuestrador”, relata el comisario Martínez. Esa ocasión fue la única que vez que Telefónica acertó con el origen de la llamada. Por los radiopatrulla se oía ‘el pájaro está en la jaula’ y todo aquel que en ese momento hablaba por una cabina se arriesgaba a ser derribado por un policía, presto a tomar el auricular y comprobar si Mari Nieves estaba al otro lado.

Acaban de sacar a Quini del agujero y se lo han llevado a la Jefatura de Policía de Zaragoza. Paco 'el Culé', jefe de la Brigada Antiatracos intenta localizar a la mujer de Quini para decirle que ya lo tienen y el jefe superior está llamando a Madrid para dar cuenta. 

El secuestro no pudo llegar en peor momento para el Barcelona. Iba segundo en la clasificación a dos puntos del Atlético de Madrid y la siguiente jornada tocaba jugar en el Vicente Calderón. Las crónicas de tres días antes del partido daban por hecho que el partido no se jugaría. Era el deseo de la plantilla. A la angustia por el desenlace del cautiverio de su compañero se sumaban las primeras muestras de psicosis.

Simonsen aseguraba que pensaba enviar a su familia a Dinamarca. El argentino Zuviría, al que apodaban ‘El Torito’, fue más explícito: “Si vienen a por mí, les espero con una escopeta”. El vicepresidente, Nicolás Casaus, llegó a decir: “Estoy dispuesto a dar mi vida por su libertad”. El partido se jugó finalmente y el Atleti de Arteche, Julio Alberto y Rubén Cano se impuso por un gol a cero. 5.000 aficionados recibieron en El Prat a los jugadores con una pancarta de ‘‘Quini libertad". Los días pasaban y la situación comenzaba a desmadrarse. Hasta tal punto que el Gobierno Civil cometió un error que a punto estuvo de sepultar la investigación.

Los secuestradores apremiaban al pago porque se quedaban
sin presupuesto para bocadillos. “‘Quini’ come como una
lima”, decían en las llamadas.

En una decisión sin precedentes, las autoridades hicieron pública una extensa nota pidiendo la colaboración ciudadana, convirtiendo en sospechoso a todo aquel que hubiera llegado recientemente a un pueblo, hubiera comprado un calefactor o aguardara en un coche junto a un chalet. Hasta el humo saliendo de la chimenea de una casa vacía podía alertar de la ubicación de Quini. Las consecuencias de aquella nota fueron desastrosas para la Policía. A partir de ese día gastaron demasiado tiempo en una avalancha de pistas falsas.

CONVERSACION ES CON MARI NIEVES
La Policía ya sabía que se enfrentaba a un grupo disparatado, pero eso no reducía su preocupación: si se sentían desesperados podían hacer cualquier locura. Enrique había tenido que facilitar a los secuestradores el número de teléfono de su casa. Las conversaciones entre uno de ellos, Fernando, y Mari Nieves eran surrealistas. Ellos apremiaban al pago porque, entre otras cosas, se quedaban sin presupuesto para bocadillos. “Quini come como una lima”, se quejaban, según relata Andreu Martin en ‘Sociedad Negra’ (Planeta).

Un día discutieron porque los captores querían que ella les dijera cómo efectuar el pago del rescate. La mujer de Quini se indignó. Por fin se acordó una primera operación para entregar el maletín con Alexanko de protagonista. La estrella del Barça se subiría a un coche balizado e iría recibiendo instrucciones de la Policía por un radiotransmisor. El periplo de Alexanko comenzó en un hotel. Allí recibió una llamada indicándole que se dirigiera a un área de servicio, donde encontró una nota que le enviaba a la Junquera, justo en la frontera. Los captores de Quini querían que cruzara a Francia con el pago del rescate. Sabían que allí no podía actuar la Policía española. Alexanko se negó alegando que si los franceses le sorprendían 100 millones –la cifra había crecido- metidos en un maletín, lo detendrían de inmediato. Y los secuestradores se conformaron con dejar el pago para otra ocasión.

El periplo de Alexanko comenzó en un hotel. Allí recibió una llamada indicándole que se dirigiera a un área de servicio, donde encontró una nota que le enviaba a la Junquera, justo en la frontera.

Al domingo siguiente, el Barcelona perdió 0-2 con la Unión Deportiva Salamanca, que esa misma temporada descendería a Segunda. Las llamadas de los secuestradores se sucedían entre el dramatismo y la hilaridad. Los secuestradores preguntaban a la esposa del futbolista cómo se encontraba, para indignación de esta. En una de esas llamadas, Mari Nieves ejecutó a la perfección el plan de la Policía. Les dijo a los secuestradores que Alexanko había tenido la idea de ingresarles el rescate en una cuenta bancaria en Suiza. Sería la empresa de relojes Omega quien depositaria el dinero, con la excusa de un pago que debía hacer al club. A Fernando, Eduardo y Víctor les pareció buena idea.

Comenzaba la cuenta atrás para la liberación de Quini. Todavía dio tiempo para que el Barça cediera otro punto con el Zaragoza en casa. Aun así, el Atleti no terminaba de despegarse. Seguía cuatro puntos por encima. Si Quini estaba de regreso en una semana todavía llegaría a tiempo de jugar el clásico contra el Real Madrid. El mismo lunes viajaron a Suiza tres de los ‘omega’ y el vicepresidente Casaus. Una comisión rogatoria había abierto el camino de la colaboración helvética. Los secuestradores se habían comprometido a liberar a Quini según cobraran el dinero. Fernando, el joven que hablaba con la esposa del futbolista, no tardó en presentarse en la sucursal del Credit Suisse en Berna y retirar 3 millones de pesetas. El dispositivo policial, con agentes españoles y suizos haciéndose pasar por taxistas, permitió atraparlo sin problema. El arresto provocó la penúltima escena tragicómica. Fernando no quería hablar y uno de los policías españoles tuvo la idea de decirle que estaba de camino la mujer de Quini, que a ella podría negarle a la cara la libertad de su marido.

Fernando, el joven que hablaba con la esposa del futbolista, no tardó en presentarse en la sucursal del Credit Suisse en Berna y retirar 3 millones de pesetas.

El joven se derrumbó y cantó donde estaba el secuestrado. Los chicos de Antiatracos se apretaron en sus 131 y salieron haciendo rueda hacia Zaragoza. Era su momento y no iban a dejar que fueran los ‘geo’ quienes entraran en la casa. De una patada derribaron la puerta del número 13 de la calle Jerónimo Vicens. Allí se encontraron a uno de los secuestradores batiendo un huevo en la cocina. Sin decir palabra señaló una trampilla en el suelo. Bajando unas escalerillas se llegaba a un pequeño habitáculo del que Quini no había salido en 24 días. El policía que bajó se lo encontró cubriéndose con el colchón. Según contó después, fue el peor momento de su cautiverio. Creyó que iban a matarlo.

Los ‘omega’ se lo llevaron a la Jefatura Superior de Zaragoza, informaron y partieron con él rumbo a Barcelona. Una multitud les aguardaba a las puertas de la comisaría de Via Laietana. Al llegar Quini se arrancaron con el ‘Asturias patria querida’. Enrique Castro siempre habló bien de sus secuestradores. Pidió el perdón para ellos, en el juicio dijo no reconocerlos y renunció por escrito a la indemnización de 5 millones recogida en la sentencia. Aun así fueron condenados a diez años de prisión. El Barca se quedó sin los 25 millones que reclamaba por el daño que su abogado alegó que le había causado el cautiverio, nada menos que una Liga. Y no fue el Atleti quien levantó la copa finalmente sino la Real Sociedad, que se la arrebató en la última jornada al Real Madrid, con los mismos puntos y peor diferencia de goles. •