Recuerdo haber visto algunos partidos del Mundial de Italia 90 y un montón de medallas en los Juegos Olímpicos de Barcelona, pero el Mundial de Estados Unidos fue para los que ahora pasamos los 40 años algo más que el descubrimiento.
USA 94 es la Bulgaria de Stoichkov, el chándal de Sacchi, los golazos de Hagi, la hazaña esteril de Salenko, la Suecia de Brolin y Larsson con rastas, es Bebeto acunando un bebé y Romario haciendo sus cosas.
El centrocampista del Athletic Club, Mikel Vesga, escribe la crónica de los emocionantes días que han llevado al club de Bilbao a conquistar un nuevo título 40 años después.
Lo más bonito que creo que se podría llegar a decir sobre Kroos en su retirada es que sería imposible montar un vídeo de sus highlights a modo de homenaje. No tiene momentos de esos que entusiasman a los que consumen fútbol en reels.
El periodista Guille Ortiz tuvo el privilegio de vivir uno de los Argentina Nigeria más trágicos con lo más selecto de la argentinidad. Los Rodríguez estaban en su apogeo, Andrés Calamaro y Ariel Rot preparaban un concierto, la tele puesta y el fútbol haciendo de las suyas.
Me topé con un portátil que, no nos engañemos, no tiré porque pensé que podría servir para volver a jugar a la edición de 2001 -los portátiles de ahora no tienen espacio para cd-. Lo encendí y empecé una partida.
El fútbol sustituyó a esas madres por marcadores gigantes y a los padres por señores de negro con silbato. Desde entonces, la coherencia entre ambos es crucial si se quieren evitar protestas. Y cuando papá y mamá no se ponen de acuerdo, el lío está asegurado.
Aquella extraña generación dejó más allá de Gil incrustaciones doradas en el diccionario. Cuando Caneda proclamaba que el Compostela renacería de sus cenizas “como el gato Félix”, Ruiz de Lopera, en una suerte de greguería cósmica, decía ser diabético: dos veces bético. ¡Asúcar!